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OTEGUI ETARRA

En el reciente Aberri Eguna, Arnaldo Otegi, líder de EH Bildu, pronunció un discurso que, lejos de unir, reaviva el dolor de un pasado que aún sangra: “Este es un país que ha construido su imaginario, su historia y su futuro sobre el esfuerzo de miles de trabajadores y trabajadoras, de gentes que han sabido mantener no solo la memoria, sino vivas nuestras banderas y nuestros objetivos últimos”.

Otegi además rindió homenaje público a dos terroristas de ETA presentándolos como mártires. Pero en su narrativa, cargada de simbolismo, falta un nombre, el de cada una de las 829 víctimas mortales de ETA, los miles de heridos y las familias destrozadas por la violencia que Otegi, con su silencio, parece seguir siendo incapaz de condenar plenamente.

Ante las palabras de Otegi, como sociedad deberíamos reclamar una memoria que no glorifique a los victimarios, sino que honre a los trabajadores, que pagaron el precio más alto por la libertad.

Cuando Otegi habla de “trabajadores” y “banderas”, recordamos que sus "trabajadores", son los asesinos de ETA y sus "banderas" son aquellas que contenian bombas trampa y asesinaban y mutilaban a guardias civiles y policias nacionales, la “bandera” que Otegi reivindica, no es la ikurriña sino la de una ideología que, durante décadas, justificó el asesinato como herramienta política, en su discurso además omite a los verdaderos héroes de la historia reciente vasca: los ciudadanos anónimos, guardias civiles, policías, militares, políticos y empresarios que cayeron bajo las balas, las bombas, que sucumbieron a las extorsiones de ETA. Hablamos de los 238 guardias civiles y 149 policías nacionales que dieron sus vidas defendiendo la convivencia, hablamos de las 829 víctimas mortales de la banda asesina. Estas víctimas, muchas de ellas trabajadores humildes, no encajan para Otegi en el “imaginario” que exalta, pero son el corazón de una memoria que no podemos permitir que se desvanezca.

Denunciamos la “memoria selectiva” de Otegi, que ensalza a asesinos etarras, mientras ignora el sufrimiento de las víctimas. Por mucho discurso falaz de Otegi, no hay reconciliación posible mientras se rinda homenaje a quienes sembraron España de terror. Las palabras de Otegi en Pamplona no solo reabren heridas, sino que hieren de nuevo a las víctimas. Otegi desde el altavoz de la política sigue priorizando las “banderas” de una lucha que dejó un reguero de sangre.

Otegi, sigue en su ideario, que es el de ETA, Otegi y Bildu son la sombra de ETA en la política vasca y nacional, en su discurso no busca la reconciliación, sino la legitimación de un proyecto político basado en el terror y que aún no ha roto con su pasado violento. 

Frente al relato de Otegi, la Guardia Civil y la Policía Nacional emergen como un símbolo de sacrificio y servicio, que no solo combatieron a ETA, sino que protegieron a los vascos en los momentos más oscuros, a menudo a costa de sus vidas. Estos trabajadores, ausentes en el discurso de Otegi, representan a quienes con su esfuerzo construyeron un futuro de paz, que no reconoce Otegi y no de división, que es lo que sigue haciendo el antiguo miembro de ETA, al diferenciar entre vascos buenos, los que forman y formaron parte de ETA y su entorno y vascos malos, el resto de la sociedad.

Hoy, la Guardia Civil sigue siendo un pilar de seguridad, y su labor histórica en el País Vasco es aún más que significativa: los 238 guardias civiles, 149 policías nacionales, los 1.503 heridos y los centenares de familias desplazadas por la amenaza etarra, son un testimonio de su compromiso con la sociedad, guardias civiles, policías nacionales, representan un modelo de “esfuerzo colectivo” que Otegi ignora, que lejos de alzar banderas partidistas, defendieron los valores de una España plural. Otegi, al homenajear a los asesinos de ETA de forma continuada, no solo deshonra su memoria, sino que perpetúa un relato que excluye a quienes dieron todo por la convivencia.  

Otegi apela a la juventud vasca, especialmente a sus “juventudes”, para “seguir el camino” de la soberanía, pero su mensaje choca con la realidad, la “república vasca de iguales” que Otegi enarbola parece desconectada de las prioridades de una sociedad que, tras el fin de ETA en 2011, busca cerrar heridas, no reabrirlas, ya que tan solo el 17% de los vascos apoya la independencia, mientras que la sanidad, la vivienda y el empleo son las verdaderas prioridades para la sociedad vasca, que, tras el supuesto fin de ETA en 2011, que desea cerrar cicatrices, no reabrirlas con homenajes a asesinos etarras. La verdadera lucha es la de la memoria completa, la que incluye a las víctimas y rechaza cualquier justificación de la violencia.

Las víctimas de ETA no son un pie de página en la historia vasca; son su fundamento. Cada nombre es un recordatorio de lo que se perdió y de lo que debemos proteger. La Guardia Civil, con sus 238 caídos, y la Policía Nacional con sus 149 agentes asesinados, no solo combatieron el terrorismo, sino que tejieron, con su sacrificio, los hilos de una sociedad que hoy intenta respirar en paz.

No le vamos a quitar el derecho, más que cuestionable, a Otegi para su proyecto político, pero lo que no vamos a permitirle que el mismo esté basado en la sangre derramada por sus secuaces, ni que pretenda reescribir el pasado para blanquear a los responsables del dolor, los asesinos de la banda terrorista ETA, a la que el mismo perteneció, ni podemos permitir que se vincule a los asesinos etarras, de cualquier época, con la lucha obrera, es el discurso político de Otegi, que intenta reescribir la historia, presentando a la banda asesina como un movimiento obrero.

Desde Tribuna Benemérita exigimos una memoria que no divida, que coloque a las víctimas en el centro y condene sin ambages el terrorismo. Como ciudadanos, debemos rechazar cualquier narrativa que glorifique a los asesinos y que olvide y humille a quienes, con su sacrificio, construyeron un futuro de concordia.

La patria vasca no puede edificarse con banderas manchadas de sangre, sino con justicia y verdad y para eso hay que decir basta a la memoria selectiva de Otegi y del entorno de ETA. Este es el “imaginario” que merece ser reivindicado, el de una España plural, unida por el respeto a la ley y la memoria de todas las víctimas.

REDACCION TRIBUNA BENEMÉRITA