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Por Antonio Mancera Cárdenas, Director Tribuna Benemérita

Mientras algunos luchamos por mantener viva la memoria de las víctimas de ETA en España, el entorno de la banda asesina, hoy enquistado en las instituciones democráticas bajo el paraguas de EH Bildu, sigue empeñado en reescribir la historia.

Mientras Arnaldo Otegi, autoproclamado "hombre de paz", sigue sin condenar los crímenes de la organización terrorista que segó 853 vidas, su partido despliega una estrategia inquietante, la obsesión enfermiza por conocer hasta el último detalle de las actuaciones, los nombres y los servicios de los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional.

Lo que antaño era la siniestra recopilación de datos por parte de ETA para preparar atentados —con el tiro en la nuca o el coche bomba como sello— hoy se disfraza de "transparencia" parlamentaria. Pero el olor a rencor y revancha del entorno político de los asesinos es inconfundible.

EH Bildu, a través del diputado Jon Iñarritu, ha intensificado sus demandas al Gobierno de España, que, para vergüenza de muchos, no duda en facilitar información sensible a los herederos políticos de los asesinos.

En los últimos meses, Bildu ha exigido saber cuántos agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil han sido denunciados, sancionados, imputados o condenados en la última década, desglosando cuerpos, unidades, delitos, provincias y años. No contentos con esto, también han puesto el foco en las pistolas táser: cuántas hay, cuántas veces se han usado y por qué. Esto no es una simple curiosidad estadística, nadie que conozca la historia de ETA y el papel de sus satélites políticos puede creerse esta farsa.

Esta cacería informativa no es nueva. Durante décadas, ETA elaboró listas de objetivos —guardias civiles, policías nacionales, militares, jueces, políticos, empresarios...— con el único propósito de asesinarlos. Los datos que recopilaban no eran para debates parlamentarios, sino para planificar atentados que dejaron un reguero de sangre y dolor. Hoy, EH Bildu, sin renunciar al legado de aquellos criminales, utiliza las instituciones democráticas para continuar esa persecución, ahora desde un escaño, disfrazados de demócratas, con traje y corbata.

Hoy puede que no sea el tiro en la nuca, pero si deslegitimar el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, sembrar sospechas sobre su labor y, de paso, alimentar el relato de que los verdaderos victimarios son los agentes que arriesgan sus vidas para protegernos, no los terroristas asesinos que siguen siendo homenajeados en actos públicos y sin ningún pudor por EH Bildu.

Porque sí, mientras Bildu interroga al Ministerio del Interior sobre los agentes, no tiene reparos en rendir tributos a etarras con una sanguinaria historia de múltiples crímenes de asesinato, de Lesa Humanidad, condenados a miles de años y hoy en la calle.

Los Otegi, Iñarritu, Aizpurua, Fullaondo, Matute, Otero Pozueta, lejos de condenar el terrorismo, equipara las acciones de ETA con las de la Guardia Civil, la Policía Nacional, en una aberrante maniobra de blanqueo. En sus discursos, quienes apoyan a los cuerpos de seguridad son "desgraciados", mientras los terroristas son elevados a héroes. Esta humillación constante a las víctimas de ETA, a los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, a las que Bildu humilla constantemente, desprecia y acosa, es una bofetada a la democracia, a la libertad y a la seguridad de este país.

Hagamos memoria: los guardias civiles y policías nacionales nunca han practicado el tiro en la nuca. Nunca han colocado coches bomba en calles abarrotadas. Nunca han extorsionado a empresarios ni secuestrado a inocentes. Su labor ha sido y es defender el Estado de Derecho frente a quienes, como ETA, quisieron imponer su tiranía del terror a sangre y fuego. En cambio, los terroristas que Bildu se niega a repudiar dejaron tras de sí 853 asesinatos, cerca de 3000 heridos y mutilados y un país roto por el miedo y el terror.

Que hoy los herederos de ese horror ocupen escaños y tengan la osadía de señalar a los agentes como si fueran los verdugos es un insulto que como sociedad no deberíamos tolerar.

Facilitar datos sensibles a Bildu, aunque sea parcialmente, no solo pone en riesgo la seguridad de los agentes, sino que legitima a quienes nunca han roto con el pasado terrorista.

El Ministerio del Interior, bajo Fernando Grande-Marlaska, ha admitido no contar con una base de datos unificada sobre denuncias contra agentes, pero eso no ha frenado su disposición a complacer a los socios de Otegi. ¿Qué será lo próximo? ¿Entregar los nombres de los guardias civiles destinados en el País Vasco? ¿Detallar sus turnos y patrullas, como hacía ETA en sus dossiers?

La obsesión de Bildu por las Fuerzas de Seguridad no es un ejercicio de control democrático, sino una continuación de la guerra que ETA libró contra España. Cambian las armas por preguntas parlamentarias, pero el objetivo sigue siendo el mismo, debilitar, cuestionar, a quienes nos protegen y mantener viva la llama del rencor. Cada solicitud de datos, cada insinuación sobre los agentes, es un paso más en su estrategia para erosionar la confianza en la Guardia Civil y la Policía Nacional, cuerpos que, con su sacrificio, lograron que el terrorismo fuera derrotado.

Como sociedad, tenemos el deber de alzar la voz. No podemos permitir que los herederos de ETA, instalados en las instituciones por acción o por omisión, conviertan a los héroes en villanos. Los guardias civiles y policías nacionales merecen respeto, no interrogatorios ni sospechas de quienes aplauden a los asesinos. Las víctimas de ETA merecen justicia, no humillaciones. Y España merece un Gobierno que no se arrodille ante quienes nunca han condenado el terror.

Es hora de decir basta. Que Bildu condene sin ambages los crímenes de ETA o que asuma las consecuencias de su silencio. Que el Gobierno deje de tratar a los agentes como moneda de cambio en sus pactos políticos. Y que los españoles, en memoria de los caídos, defendamos con orgullo a quienes nos protegieron del terror. Porque mientras Otegi y los suyos sigan homenajeando a los verdugos, nosotros seguiremos honrando a los héroes. Y no daremos ni un paso atrás.