icono FACEBBOK icono TWITTER icono TWITTER icono YOUTUBE icono CARTAS AL DIRECTOR icono_INSTAGRAM.jpg icono DIRECCION icono DIRECCION

cabeceratribunabenemerita

leire periodista

En el vasto y a menudo pantanoso universo del periodismo, donde la verdad debe ser la brújula y la ética el timón, emerge Leire Díez Castro, autoproclamada "periodista" cuya actividad es tan esquiva como un lobo gris en una redacción.

Su figura, lejos de encarnar los ideales del oficio, protagoniza un escándalo que cuestiona su supuesta profesión y mancha el buen nombre del periodismo.

La reciente cruzada de Díez contra el teniente coronel Antonio Balas, jefe del Departamento de Delincuencia Económica de la Unidad Central Operativa (UCO), no es un ejercicio de investigación periodística, sino una maniobra encubierta de vendetta política. Una grabación publicada por El Confidencial en febrero de 2025 revela a Díez conspirando con Alejandro Hamlyn, empresario investigado por un fraude fiscal de 154 millones de euros, para obtener "información comprometedora" contra Balas, quien lidera pesquisas sobre casos como los de Begoña Gómez, David Sánchez, Koldo García y el Fiscal General del Estado. "Con una cosa que te dé [de Balas], ya está, está muerto", afirmó Hamlyn, a lo que Díez respondió con entusiasmo: "Pues perfecto. Mejor me lo pones". ¿Dónde está el periodismo en esto?

Nadie, desde las redacciones más humildes hasta los medios más prestigiosos, parece conocer las supuestas contribuciones periodísticas de Díez. No hay rastro de sus artículos, intervenciones en radio o televisión, ni siquiera un blog olvidado en internet. Su currículo, en cambio, destaca por cargos en empresas públicas como Enusa (2018-2021) y Correos (2022-2024), y por fotos en redes sociales junto a líderes políticos, donde proclama, con evidente cinismo, que "a la mafia se la combate". Lo suyo no es periodismo, sino un simulacro al servicio de una agenda política concreta, un trabajo de "fontanería política" que arregla problemas en las sombras, pero nunca de forma limpia.

Ryszard Kapuściński definía el periodismo como un oficio para servir a la verdad, no para ganar poder. Sin embargo, Díez parece más interesada en proteger a los intocables que en esclarecer hechos. En su reunión con Hamlyn, acompañada de un abogado y Javier Pérez Dolset, empresario imputado por fraude en subvenciones, ofreció conectar al primero con la Fiscalía para negociar beneficios judiciales a cambio de datos contra Balas. "Los fiscales también se mueven", aseguró con una desenvoltura que haría sonrojar a cualquier periodista ético. Este no es el rigor de una investigación, sino el cálculo de una operación política.

La ética periodística, según el Código Deontológico de la FAPE (Federación de Asociaciones de la Prensa de España), exige respeto a la verdad, verificación de fuentes y rechazo a intereses particulares. Díez, sin embargo, parece haber descartado estos principios. Su "investigación" para un supuesto libro —una coartada poco convincente— no busca esclarecer, sino desacreditar a la UCO, cuyas pesquisas amenazan al entorno político en el que se mueve. Como decía Gabriel García Márquez, "la ética debe acompañar al periodismo como el zumbido al moscardón". En el caso de Díez, el único zumbido es el de las cloacas políticas donde parece rebozarse con comodidad.

El manual de la UNESCO sobre investigación periodística subraya que un periodista debe proteger sus fuentes, pero nunca comprometer su independencia. Díez, por el contrario, confunde fuentes con cómplices, ofreciendo favores judiciales a un fugado en Dubái. ¿Dónde están las columnas, reportajes o entrevistas que avalen su credencial de "periodista"? La respuesta es clara: en ningún medio, porque su labor no es periodística, sino un intento de obstruir a la justicia disfrazado de vocación periodística.

Mientras tanto, la UCO, bajo la supervisión judicial, desentraña tramas de corrupción con rigor y pruebas. Sus investigaciones, metódicas y respaldadas por décadas de experiencia, contrastan con los métodos de Díez, basados en charlas clandestinas y promesas dudosas. Como advertía Soledad Gallego-Díaz, un buen periodista no solo destapa hechos, sino que los contextualiza para que la sociedad comprenda su impacto. Díez, en cambio, se limita a buscar "trapitos sucios" para un supuesto libro sobre hidrocarburos, con la precisión de quien persigue una vendetta, no la verdad.

En Tribuna Benemérita, defendemos un periodismo que, como decía Albert Camus, desafíe al poder con la verdad. Leire Díez, con su farsa de "investigación", nos recuerda lo fácil que es pervertir este oficio cuando no hay un medio que respalde el trabajo, una ética que lo sustente ni una audiencia que lo legitime.

Mientras la UCO ilumina corruptelas, Díez se hunde en su propio lodazal, demostrando que el verdadero peligro para el periodismo no son las críticas externas, sino los impostores que lo usan como coartada.

Por Antonio Mancera Cárdenas, Director de Tribuna Benemérita