El 3 de febrero de 1901, en una noche tormentosa con fuertes vientos y después de tres horas por terrenos accidentados cubiertos por metro y medio de nieve, el Sargento Comandante de Puesto de Arlanzón (Burgos), José Calvo Hernando, acompañado de cuatro guardias a sus órdenes, localizaban con evidentes signos de fatiga a Evencio Ruiz Delgado, un vecino de la localidad burgalesa de Agés que se había extraviado y al que se le escuchaba desde la lejanía solicitando auxilio, salvándole de una muerte segura.
Por este servicio los agentes recibieron el agradecimiento del Inspector General del Cuerpo con anotación en sus hojas de vida y costumbres.
Actuaciones de esta índole provocaron que años después, el 4 de octubre de 1929, se concediera a la Guardia Civil la Gran Cruz de la Orden Civil de la Beneficencia, con distintivo negro y blanco, por los innumerables actos y servicios abnegados, humanitarios y heroicos que las personas pertenecientes a la Institución han realizado con motivo de incendios, inundaciones y salvamientos de náufragos, distinción que otorga públicamente y de forma oficial al Cuerpo el título de “Benemérita”, haciendo justicia a la trayectoria mantenida por la Institución desde su fundación.
Este espíritu solidario perdura hasta nuestros días, toda vez que el vigente Código de Conducta del personal de la Guardia Civil, aprobado hace casi un año, exige a sus componentes el deber de prestar auxilio con los medios a su alcance a todo aquel que lo necesite, se encuentren o no de servicio, con especial atención a las personas y colectivos más vulnerables.