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El 6 de febrero de 1966, los hermanos Eleodoro y Eladio Rodríguez Martínez, cabo 1º y guardia 2º, respectivamente, encontrándose ambos de permiso, rescataron a un grupo jóvenes, vecinas del pueblo de San Juan de Paluezas (León), que estaban siendo arrastradas por la corriente del río Sil tras haber caído al agua el puente colgante a través del cual cruzaban entre dicho pueblo y Villaverde de la Abadía.

Ambos agentes no dudaron en lanzarse decididamente al río poniendo en riesgo sus propias vidas, y tras grandes esfuerzos lograron rescatar con vida a tres de las jóvenes. Dos compañeras de este grupo perecieron ahogadas, siendo recuperados sus cadáveres días después.

En la actualidad, los puentes colgantes sobre el río Sil a su paso por el Bierzo sobreviven como vestigios de un tiempo en que los habitantes de muchos pueblos dependían de estas estructuras para no quedar aislados en su día a día.

Actuaciones de esta índole provocaron que el 4 de octubre de 1929 se concediera a la Guardia Civil la Gran Cruz de la Orden Civil de la Beneficencia, con distintivo negro y blanco, por los innumerables actos y servicios abnegados, humanitarios y heroicos que las personas pertenecientes a la Institución han realizado con motivo de incendios, inundaciones y salvamientos de náufragos, distinción que otorga públicamente y de forma oficial al Cuerpo el título de “Benemérita”, haciendo justicia a la trayectoria mantenida por la Institución desde su fundación.

Este espíritu solidario perdura hasta nuestros días, toda vez que el vigente Código de Conducta del personal de la Guardia Civil, aprobado hace casi un año, exige a sus componentes el deber de prestar auxilio con los medios a su alcance a todo aquel que lo necesite, se encuentren o no de servicio, con especial atención a las personas y colectivos más vulnerables.