Y de repente una bofetada al disparate político. En la Cerdanya, un verdadero paraíso catalán donde los paisajes te hacen olvidar los Twitter y los prófugos independentistas y donde los paisajes son más sensatos que muchos políticos, alguien ha decidido apagar la megafonía del disparate y bajarse del tren de la propaganda para pisar el suelo firme de la realidad.
Alguien ha tenido las agallas, por decirlo suavemente, de apagar la máquina de humo separatista y encender la bombilla del sentido común.
El 28 de mayo de 2025, el Consell Comarcal, que reúne a 17 ayuntamientos, dio un paso al frente y aprobó una moción para que la Guardia Civil no haga las maletas. Sí, habéis leído bien, en este circo político donde los payasos suelen llevar la batuta y elevar el tono del sinsentido, un puñado de alcaldes, muchos de Junts per Catalunya, han decidido que ya basta de postureo ideológico y que toca hablar claro, priorizando a sus vecinos sobre la política.
Estos municipios, sus alcaldes y sus vecinos, se han dado cuenta de que no hay tiempo para paños calientes, y que la sociedad no puede andarse por las ramas cuando de seguridad se habla; la Guardia Civil, con su SEPRONA, su control de armas y su vigilancia en la frontera y en el mar, con su presencia en estos territorios desde hace más de 181 años, es el dique que contiene el caos en lugares como la Cerdanya, y al parecer así lo han entendido quienes disfrutan y viven en esa comarca, preguntándose, si desaparece la Guardia Civil de sus territorios, ¿Quién protegerá el Parque Natural del Cadí-Moixeró de los furtivos? ¿Quién se asegurará de que las armas no acaben en manos de un loco? ¿Quién vigilará la frontera con Francia para que no se cuele el contrabando como si esto fuera un territorio sin ley? Ya os lo digo yo: la Guardia Civil. Los Mossos d’Esquadra, a pesar de sus altos sueldos y la ampliación de su plantilla, no lo abarcan todo. No es cuestión de banderas, sino de recursos, de compromiso, de eficacia y de eficiencia, pero sobre todo de experiencia. Pero claro, para algunos, admitir esto es como pedirles que se traguen un cactus con pinchos incluidos, o peor aún, es como pedirles que bailen flamenco en un mitin independentista.
Lo mejor de esta moción no es solo que se defienda a la Guardia Civil —que ya es un milagro en estos tiempos—, sino que viene firmada por Junts, los mismos que en el Parlamento catalán piden a gritos que la Guardia Civil y la Policía Nacional cojan la puerta y se larguen de Cataluña. Una auténtica ironía, para los que agitan la estelada como si fuera un ventilador, que se han topado con la cruda realidad y con una verdad que escuece: sin la Guardia Civil, la Cerdanya estaría más desprotegida que un cordero en una convención de lobos. No lo digo yo, que también, lo grita el sentido común, ese pobre huérfano al que rara vez se invita a los despachos de los políticos.
Como guardia civil que ha estado destinado en Cataluña, donde he vivido noches heladas patrullando a pie caminos perdidos, donde he dado apoyo a bomberos durante incendios pavorosos para salvar bosques de las garras de desaprensivos, controles y vigilantes para evitar que los cinco pueblos de nuestra demarcación se conviertiesen en el patio trasero de los delincuentes, pero sobre todo viví el sentido común, convertido en muchas ocasiones en agradecimiento de los lugareños, del pueblo llano y sencillo, alejado de los políticos, al ver a la pareja visitar sus solitarias masías.
La Guardia Civil no es solo un uniforme; es la garantía de que la Cerdanya y otras comarcas catalanas, sigan siendo ese lugar donde la naturaleza y la gente conviven sin miedo.
Nadie puede creerse de verdad, que desmantelar esa protección que en el ámbito rural siempre ha dado la Guardia Civil es una idea genial, y si hay quien lo piense, que me invite a un café y me lo explique, que yo pongo el azúcar y la paciencia.
Esta moción, no es un papel cualquiera firmado en un pleno aburrido, es una auténtica bofetada con guante de seda a los que creen que la ideología puede estar por encima de la sensatez. Es un grito que dice: “Basta de jugar con la seguridad de nuestra gente”, una moción que no se queda ahí. Estos alcaldes, con un par, proponen además que esta idea se extienda a otras comarcas catalanas, como si dijeran: “Si nosotros hemos tenido el coraje de poner el sentido común por delante de la política, ¿qué os lo impide a vosotros?” Es un faro en la tormenta de la polarización. Es la prueba de que, cuando se quiere, se puede dejar atrás el sectarismo y trabajar por el bien común.
La Guardia Civil está en Cataluña, como en el resto de España para proteger y dar seguridad, para que la Cerdanya y el resto de comarcas catalanas, sigan siendo ese lugar donde la ley, la convivencia y la naturaleza tienen quien las defienda. Y si para eso hay que bajar a algún político de su nube independentista, se le baja, que el suelo está firme y la realidad no muerde.
Gracias a estos alcaldes, recordarnos que la política no tiene por qué ser un chiste malo. Que, la Guardia Civil, no es un enemigo, sino un cuerpo policial que se deja la piel por todos. Y para los que aún sueñan con echarla, les podríamos dar un consejo gratis, que estamos en Cataluña, menos postureo y más sentido común.
Hay una frase que dice que, “el sentido común es el menos común de los sentidos, pero cuando aparece, es como un tsunami”.
En la Cerdanya, por suerte, ha llegado arrasando.
Antonio Mancera Cárdenas
Guardia Civil retirado por accidente en acto de servicio