Una catástrofe horrorosa, dice este documento, ha ocurrido al 15 del corriente en las inmediaciones del puerto de Oropesa, provincia de Castellón.
El coche correo que se dirigía de Barcelona a Valencia embarrancó en un arroyo. Tan pronto como el cabo comandante del puesto de Oropesa, Benito Cepa, tuvo conocimiento de este hecho, pues por lo tempestuoso de la noche estaba con la debida vigilancia, acudió con los guardias Antonio Abad y Wenceslao Pérez al barranco de Chinchilla, en que el carruaje estaba atascado, pidiendo al alcalde le remitiese hombres y caballerías al punto del peligro, disponiendo que el guardia de primera clase Pedro Ortega y el de segunda Antonio Jimeno saliesen en dirección opuesta hasta encontrar la diligencia que venía de Valencia, para vigilar el camino.
Llegado el cabo con los guardias al carruaje, sacaron del coche a los pasajeros con agua hasta el pecho, cargándolos sobre sus hombros, y después, con las caballerías y vecinos que llegaron del pueblo, desembarrancaron el carruaje.
Una señora que venía e él quiso gratificar a este distinguido cabo con dos onzas de oro, que con la mayor finura y entereza no le pudieron hacer admitir.
Un oficial y un extranjero tampoco pudieron hacer admitir a éste digno cabo y a los guardias que le acompañaban ninguna especie de donativo, cumplimiento de los preceptos del cuerpo, que elevarán el buen nombre de él, no solamente en nuestro país, sino en el extranjero.
Corriente ya el carruaje y mudado el tiro, siguieron aquellos desgraciados pasajeros su camino, y, al llegar al barranco de Bellver, por efecto de los grandes torrentes de agua que caían, bien porque se llevó el pretil o porque se desplomó también una parte del camino, la diligencia entera, con todo el tiro, horrorosamente cayó por el barranco, y cuantos seres vivientes iban dentro del carruaje se han encontrado muertos a la orilla del mar, a que fueron arrastrados en su caída.
Al lado de los pequeños restos del coche, al lado de los trece cadáveres, que ya ha arrojado el mar, de los pasajeros y conductores del carruaje, se han encontrado los de la pareja del cuerpo, de los dignísimos guardias Ortega y Jimeno, que, estar despojados de su armamento y correaje, que se ha encontrado sobre el camino, en la inmediación del pretil desplomado, y por estar sin zapatos y tener levantados los pantalones, como en el acto de quererse echar al agua, se ha supuesto, tanto por el dignísimo señor gobernador civil de la provincia, que, llevado de su arrojado celo, acudió al momento al sitio de la desgracia, cuanto por la sumaria formada por el cuerpo y opinión de otras autoridades locales, que aquellos guardias, al ver u oír la caída del coche en las inmediaciones de cuyo sitio se hallaban, sin duda por ser el de más cuidado de la carretera en que prestaban el servicio, se echaron al barranco a socorrer a los pasajeros y perecieron víctimas del cumplimiento de su deber, de una manera digna de llegar a conocimiento de todos los individuos del cuerpo para que cada uno a su vez imite su digno ejemplo con el valor y decisión que estos individuos se prestaron, viendo sólo el cumplimiento del deber, sin pensar en las consecuencias en que han encontrado una muerte heroica, una muerte que llena su nombre de gloria y de agradecimiento de todo el país, y que procurará a sus familias una justa recompensa de la mano bienhechora de S. M., que ya se ha apresurado a mandarme se la proponga.
El digno cabo Benito Cepa ha sido ascendido por mí a sargento segundo y a guardias de primera clase los de segunda Abad y Pérez, pues tan inmediato como es el castigo, cuando por desgracia un individuo del cuerpo delinque, tan inmediatamente tengo la satisfacción de premiar al que lo merece. Y en efecto; era así.
Al cabo Cepa le remitió directamente el nombramiento de sargento con las divisas dentro del mismo pliego.
A los guardias civiles Ortega y Jimeno hizo dedicar en la villa de Oropesa un servicio fúnebre, disponiendo que en el barranco, a la inmediación del sitio de la catástrofe, se erigiera un sencillo monumento, que el tiempo ha respetado, para recordar, sin duda, al viajero que por aquellos parajes cruce, que la Guardia Civil también tiene sus héroes y que su acción a todas partes alcanza.
La Ilustración Nacional, nº. 6, 28-02-1898.