Tras la creación del Centro de Formación del Guardia Civil (Orden General de la Guardia Civil nº 14, de 21 de julio de 1982) que integraba a la Academia de Guardias y a la recién creada Escuela de Guardias Auxiliares se ponía en marcha la primera convocatoria, y así la Primera promoción de Guardias Civiles Auxiliares pisaba las aulas de la Academia de Guardias de Úbeda en noviembre de 1982.
Tres meses después, tras la preceptiva y emocionante Jura de Bandera, los jóvenes auxiliares recorrían todos los puntos del país para cumplir con la misión constitucional asignada al Cuerpo al que pertenecían con todo su orgullo. No había resultado fácil esta primera Promoción, pues fueron comisionados para instruirlos los veteranos hombres del entonces GAR (Grupo Antiterrorista Rural), acostumbrados a una férrea formación física y moral que lograron transmitir a sus ilusionados auxiliares. Al mismo tiempo, el Ayuntamiento de la cercana Baeza había puesto ya sobre la mesa los terrenos para que pudiera construirse un centro específico en su ciudad, con la denominación de “Escuela de Guardias Civiles Auxiliares”.
Pasaron nuevas promociones por Úbeda: la Segunda y Tercera se disgregaron a su vez en otras dos denominadas respectivamente: 2ª A; 2ªB; 3ªA y 3ªB, y se continuó con la cuarta, que realizaba visitas de servicio a la ya perfilada y casi terminada Escuela de Guardias Auxiliares. La Quinta Promoción fue la primera que ingresó en Baeza a primeros de mayo de 1984, y finalizó su curso de formación en las aulas baezanas, tras el prescriptivo período formativo. Nuevos auxiliares fueron llegando, promoción tras promoción, en razón de tres convocatorias al año, con la particularidad que desde la Cuarta, los instructores pasaron a ser los propios Guardias Civiles Auxiliares de promociones anteriores.
Era la época académica del mono azul, camisa caqui, cinturón de lona, botas y gorro cuartelero, que vistos en formación, “tan azul”, recibieron el cariñoso apelativo de “pitufo”. Intensas jornadas lectivas, guiones, instrucción, etc., todo con el objetivo de llegar algún día a vestir el uniforme con la camisa verde y el “quepi”.
En 1988, por la reforma del voluntariado especial, recogida en el RD. 99/1988, de 12 de febrero y Orden de 31 de julio de 1987, que regulaba el ingreso en el Cuerpo, se creaba la Academia de Guardias de la Guardia Civil y se disolvía el Centro de Formación. La Escuela quedaba integrada en la Academia, perdiendo cierta autonomía con la que había funcionado desde su creación.
Pero no era la única novedad, pues se regulaba el compromiso por dieciocho meses, a pesar de su coincidencia con el período anterior que quedaba supeditado a la normativa aplicable al voluntariado, con la posibilidad de la concesión de un nuevo compromiso por igual período, así como un aumento de la entrada máxima para ingresar como auxiliar, que llegaba hasta los veintitrés años. También quedaban reguladas sus nuevas retribuciones, y en esta ocasión su sueldo quedaba supeditado a las retribuciones específicas del voluntariado especial y de aquellas que fijara el Ministerio del Interior.
Fueron, finalmente, 37 las promociones (recordamos que la segunda y la tercera doblaron las convocatorias) las que vistieron en las calles de nuestras ciudades y pueblos el uniforme de campaña, con la camisa caqui, y la inconfundible boina y pañuelo al cuello de igual color. Miles de jóvenes que acompañaron en su servicio, y aprendiendo de ellos, a los guardias veteranos, que en la mayoría de las ocasiones veían a sus propios hijos compartiendo sus vivencias cotidianas. Un verdadero cultivo de guardias civiles, pues se calcula que actualmente continúan prestando sus servicios en el Cuerpo un número cercano a los 12.000 hombres, algunos de ellos con el empleo de oficial o de suboficial.