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Uno de los significados de la RAE de mentira es “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa”.

Cualquiera que se acerque a las páginas de este libro, quedará estremecido por el título, dirá que es imposible y, por tanto, rehusará leerlo e informarse para aproximarse a la verdad. Para aquel otro que sea atrevido, curioso, audaz y se pregunte, ¿realmente la Policía Nacional ha mentido en su bicentenario?, la respuesta es sí.

Los historiadores que tratan el devenir en el tiempo de la Policía Nacional, casi todos policías, corren un tupido velo a la supresión por “inutilidad” de la Superintendencia General de Policía del Reino, el 4 de octubre de 1835, difuminando el periodo comprendido entre 1835 y 1844, con frases como “la policía y su estructura e intervenciones se mantuvieron” o “la policía sigue manteniendo algunas estructuras estratégicas para el gobierno central y que, con el nombre de ramo de Protección y Seguridad, seguiría operando en España, aunque con limitación operativa territorial” o “en 1835 la policía como institución del Estado estratégicamente distribuida por todos los territorios, no se disolvió y menos aún estuvo en esa situación hasta 1844.

Solo una lectura apresurada de los hechos, sin respaldo documental, puede llevar a corregirlo. Desde 1824, ininterrumpidamente, los agentes de policía continuaron al servicio de la sociedad realizando las actuaciones propias de su profesión”.

Como pueden ver, todo un despropósito que obedece al intento de salvar el relato que crearon en el año 1999, que con el paso de los años ha llegado a bicentenario, irreal e inexistente.

A lo largo de las páginas de este libro, podrán comprobar que las “pruebas primarias”, piden paso, como si fueran cadáveres resucitados de las hemerotecas, clamando veracidad y exactitud, y que los cuentos y 2 fábulas, se dejen para los niños pequeños a la hora de irse a dormir. No debemos olvidarnos de aquellos ciudadanos a los que les es imposible imaginarse que la Dirección General de la Policía, falte a la verdad en su relato histórico.

Siento decirles que, por mucho que cueste creerlo, así es. La Policía Nacional, como institución llena de prestigio en sí misma, no lo hace; quien lleva a cabo esa adulteración o, mejor dicho, manipulación en la información, es uno de sus miembros, Martín Turrado Vidal, padre de la criatura.

Que nadie piense que lo digo de manera gratuita: él mismo se declara su creador en la página 247 de su libro “Documentos fundacionales de la Policía”, editado en el 2002 por la Secretaria General Técnica del Ministerio del Interior, en el segundo párrafo, dice:” Lo cierto es que se me pidió una justificación, con lo cual resultó que no fui tenido en cuenta para las conmemoraciones, a pesar de que con mis obras se justificaron, pero sí para su defensa”.

Martín Turrado se está refiriendo al 175 aniversario que, con el paso del tiempo, ha derivado en el engañoso bicentenario.

La Dirección General de la Policía, durante todo ese tiempo, no ha permanecido “in vigilando” y ha mirado para otro lado, aceptando el relato que nace de un historiador movido por intereses ilegítimos, que lo ha adaptado a su conveniencia, y por ello no cuadra con el devenir de la Policía.

No debemos olvidarnos de la otra institución de seguridad pública a nivel nacional, la Guardia Civil, en la que los españoles han depositado en los últimos 180 años, de los de verdad, su seguridad.

Ningún otro organismo puede acreditar su existencia con tanta veracidad, tanto es así, que habrá pocos españoles que no conozcan su año de creación y quien la fundó, por una sencilla razón, su historia es fáctica, -fundamentada en hechos o limitada a ellos, en oposición a lo teórico o imaginario- es decir, ha tenido continuidad desde el 28 de marzo de 1844 hasta nuestros días, y la parte más importante, está incrustada en la conciencia colectiva de los ciudadanos, en cambio la de la Policía Nacional, ¡no!

A la Guardia Civil, se le ha despojado, con nocturnidad, alevosía, premeditación, sin argumentos, ni pruebas, ser la institución de seguridad pública a nivel nacional, más antigua de España, y aunque algunos dirán, que no es un asunto de importancia, habría que responderles, pues los que no tienen esa veteranía, bien que se valen de fullerías para llevarse ese galardón. La Guardia Civil asiste, perpleja e impasible, ante esta manipulación de la historia y, en realidad, como institución, no puede hacer nada.

El único que podría sería el director general. A nadie se le escapa que a día de hoy es un cargo político, y lógicamente no va a ir en contra de las directrices que ha marcado el Gobierno. Todos los que están debajo del director, obedecen porque es un cuerpo leal y jerarquizado.

Ahora bien, cuesta entender, a los cientos de guardias civiles que han pasado a la situación de retiro, que gozan de todos sus derechos como ciudadanos, y que no hacen nada, excepto unos cuantos, de los que 3 sobran dedos de una mano para contarlos; todos los demás agachan la cabeza como si la cosa no fuera con ellos, olvidando a aquellos que las pasaron canutas -por definirlo de alguna manera- en el siglo XIX, mientras que otros desaparecían y, por ello, no existían y cuando estaban quedaron limitados a la capital de España, de donde también fueron disueltos en algunos periodos. En la vida hay algo peor que el fracaso: no haber intentado nada.

Dante Alighieri en el tercer canto de la Divina Comedia, le pregunta a Virgilio, su guía hacia el infierno: “¿Qué son esos suspiros, gritos y llantos que retumban en el aire sin estrellas? Y este le responde: “Vienen del antinfierno donde son castigadas las tristes almas que vivieron sin infamia y sin honor. Son los ignavos, almas que en vida no hicieron ni el bien ni el mal, por su elección de cobardía”.

Todo quedaría en mera anécdota, si no fuera por la cantidad de dinero público que se va a gastar en un evento que es falso. Que no traten de engañarlos con la declaración de acontecimiento de excepcional interés público, los únicos beneficiarios son las empresas colaboradoras de un conjunto de incentivos fiscales específicos.

La ley de presupuestos generales del Estado aprueba en sus disposiciones adicionales los programas de apoyo a los acontecimientos de carácter cultural o deportivo, principalmente, los considerados de excepcional interés público. Resumiendo, dinero de carácter público gastado en un evento que es imaginario. Pretenden meternos un bicentenario a martillazos, lo que supone una ucronía histórica, es decir, la reconstrucción de la historia dando por acontecidos hechos que no han sucedido (la supuesta continuidad en el tiempo bajo diferentes nombres de la Policía General del Reino), omitiendo intencionadamente los reales decretos de los Gobiernos legítimos de otras épocas, que desvirtuarían el relato oficial sobre este aniversario (la supresión de la misma por “inútil y corrupta”) y el consiguiente lavado de cara ante el ciudadano, ocultándole que fue la primera policía política de nuestro país, que género tanto odio en la población, que no volvió a llamarse oficialmente con el nombre de Policía a ninguna institución de seguridad pública en 73 años. Todos tenemos derecho a tener nuestras propias opiniones, por eso les pido que se acerquen y comprueben por sí mismo, que, en un tema histórico de tanta importancia, que hasta ahora nadie lo ha estudiado en profundidad, en la que todos los historiadores han desdeñado una fuente documental primaria, los boletines oficiales de provincia, que acreditan la falta de veracidad de este aniversario.

En esta lucha de David contra Goliat, es evidente que la falacia ha triunfado, de momento.

El marketing de la Policía Nacional, difícilmente se podrá contrarrestar, pero si se fijan bien es solo humo, no hay nada detrás que lo sustente. Me refiero a que por muchos “impactos publicitarios” que empleen, la sociedad no percibe su existencia durante 200 años ininterrumpidos, ya que no ha sido beneficiaria de ellos, es decir, 4 no pueden reflejar acontecimientos importantes en los que haya participado la Policía Nacional bajo cualquier otra denominación en el siglo XIX, ni siquiera pueden proporcionar una estadística de servicios, personal, fallecidos, etc.

Por tanto, es cuestión de tiempo que los ciudadanos pongan las cosas en su sitio, normalmente suele hacerlo cuando tienen información veraz. El gobierno totalitario del régimen absolutista de Fernando VII se valió para llevar a cabo sus planes de la Policía General del Reino, una institución policial que no tuvo continuidad, de cuyo trono fue un valioso puntal, adicta y servidora, que se caracterizó por la ausencia de moral y de escrúpulos en su modo de actuar, componiéndola individuos de las más variadas procedencias, dirigidos por figurones políticos del bando absolutista, que ejercían la misión de soplones, para perseguir al adversario político.

A la Policía General del Reino, en pleno siglo XXI, la Policía Nacional pretende blanquearla y presentarla que “hacia el bien y garantizaba la seguridad pública”. Fernando VII, en septiembre de 1832, enfermó gravemente en la Granja, sufriendo un infarto cerebral que le paralizó la mitad del cuerpo y le dejó sin habla. Su esposa, María Cristina asumió la dirección del reinado, y el 15 de octubre de 1832 dictó una amnistía absoluta a los perseguidos como reos del Estado.

Finalmente, Fernando VII, falleció el 29 de septiembre de 1833. Como consecuencia de la amnistía, el 28 de diciembre de 1833, se dictó una orden para que se quemaran todos los documentos de la represión política de los contrarios al régimen absolutista, en los que la Policía General del Reino se había empleado bárbaramente, arruinándoles aquellos desgraciados la vida para siempre y, en algunos casos, hasta hacerlos desaparecer de la faz de la Tierra.

Recordemos a Mariano Larra, que cita en su escrito del 7 de febrero de 1835 que Miyar debió su triste fin a la policía. Situémonos en la época, y llegaremos a la conclusión de que la Policía General del Reino hizo un daño irreparable a centenares de personas, de tal manera que la gente le cogió un odio tan grande, que no se volvió como ya hemos dicho anteriormente, a denominar a ninguna institución de seguridad pública con el nombre de Policía en 73 años.

La Dirección General de la Policía ha ocultado información que desvirtúa este falaz aniversario, que muchos no quieren ver, ya que están instalados en la creencia que les han dicho una y otra vez, a modo de 5 letanía, hasta procesarlas como verdaderas.

José Luis Borrero González
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