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El 22 de Mayo de 1895, moría en Berlín, ISAAC PERAL. Teniente de navío de la Armada, científico y, sobre todo, inventor del primer submarino, eléctrico, torpedero, conocido como Submarino Peral.

Había nacido en Cartagena en 1851. Hijo de marino, desde niño estuvo vinculado al mar y con 15 años ingresó en el Colegio Naval Militar de San Fernando.

Tras la crisis de Las Carolinas, en 1885 en el Pacífico contra Alemania, Isaac Peral, se vio en la obligación de comunicar a sus superiores que había resuelto el reto de la navegación submarina. El proyecto fue bien acogido, por la necesidad que había de modernizar los buques de la Armada y por lo que tenía de arma novedosa.

El 8 de Septiembre de 1888 se botaba, en el arsenal de la Carraca de Cádiz y superaba las pruebas de inmersión, navegación y disparo. “El cacharro”, como lo bautizaron los gaditanos, costó 300.000 pts. de la época (frente a los 40 millones que costaba un acorazado). Pero, desgraciadamente, la desidia y las rencillas lograron paralizar nuevas investigaciones y que el invento se hiciera realidad. “No pasa de ser una curiosidad técnica sin mayor trascendencia” llegaron a decir las autoridades.

En 1891, desanimado y ultrajado (llegó a ser detenido por viajar a París sin tener el permiso del Ministro de Marina, aunque si tenía el del Capitán General de Cádiz) pidió el paso a la reserva y se dedicó a empresas civiles de alumbrado público. En 1895 se trasladó a Berlín para ser intervenido de un cáncer, pero complicaciones posteriores le causaron la muerte.

La miopía de las autoridades españolas fue escandalosamente evidente y, a pesar de que Peral no vendió su invento (los ingleses le ofrecieron un cheque en blanco), un traficante de armas turco, Basil Saharoff, tuvo acceso a los planos. Ingenieros alemanes reconocieron, mas tarde, que el proyecto de Peral les sirvió de modelo para construir la flota que causaría estragos en la I Guerra Mundial. ¿Qué habría ocurrido si diez años después, en 1898, la Armada española hubiera contado con varios submarinos?

El sumergible, de 22 m. de eslora y 2,82 m. de manga, desplazaba 80 toneladas y llevaba un tubo lanzatorpedos con tres proyectiles Shwarzkopf.

Por orden del Ministro de Marina, en 1890, se instaba al comandante del sumergible, Isaac Peral, a entregarlo en el Arsenal de la Carraca en Cádiz, donde permaneció, abandonado, 40 años, hasta 1929, en que fue remolcado a Cartagena.

Hoy día, restaurado, puede verse en el museo naval de Cartagena.