Articulo del Tte. Col. Angel Laborda Rodríguez, previamente publicado en la revista “Memorial de Caballería” en los números 48 y 49, correspondientes respectivamente a diciembre de 1999 y junio de 2000.
A finales de 1997, cuando todavía no habían comenzado las conmemoraciones del centenario de la Guerra Hispano–Norteamericana, tuve la satisfacción de leer, casi por azar, una copia del Historial del Regimiento de Caballería Acorazado “Pavía” nº 4. A lo largo de su extenso texto se podían encontrar, y todavía se encuentran, treinta y siete páginas dedicadas a la Guerra de Cuba. Por su redacción y minuciosidad del relato, es fácil llegar a la conclusión de que, inicialmente, no formaban parte del Historial sino que habían sido añadidas posteriormente en el lugar que cronológicamente les correspondía. Estas treinta y siete páginas son, realmente, dos de los Diarios de Operaciones del Escuadrón Expedicionario que el Regimiento, entonces “ de Húsares de Pavía Nº 20”, organizó, equipó y proyectó a Cuba en 1895. Los diarios comienzan el 31 de Mayo 1895 y terminan el 30 de Diciembre del mismo año. Estos Diarios, son dos de los que trimestralmente todos los escuadrones expedicionarios debían remitir a su Regimiento de origen[1]. Faltan por tanto muchos otros diarios. Falta el correspondiente al periodo comprendido entre el 31 de diciembre de 1895 y el 4 de Marzo de 1896, momento en el cual el Escuadrón pasa a formar parte del Regimiento Expedicionario de Caballería de Sagunto bajo el nombre 3º Escuadrón “Pavía”, y faltan los correspondientes al periodo comprendido entre el 5 de Marzo de 1896 y 6 de Diciembre de 1898, momento en el que el Regimiento de Sagunto es disuelto y los Escuadrones, nuevamente independientes, son repatriados. Sea como fuere, y a pesar de que el relato queda interrumpido cuando la Campaña Cubana comienza su periodo más interesante, la información contenida en lo que todavía se conserva es de gran valor y utilidad. A través de su lectura se pueden conocer día a día, combate a combate, las vicisitudes por las que atravesó el Escuadrón. Nombres, fechas, lugares, itinerarios. Todo se encuentra allí... Y sin embargo, a partir de ellos, es difícil hacerse una idea de lo que realmente ocurrió. Es tal el detalle al que se desciende en el relato de los hechos que no es posible conocer a través de ellos cual fue el desarrollo general de la campaña. Ciertamente, la finalidad de los Diarios no era esa. Sólo se pretendía mantener informado al Coronel del Regimiento, aquí en la Península, de las acciones en las que participaba su Escuadrón. Información valiosa a la hora de cumplimentar las Hojas de Servicios del personal en Ultramar, pero de relativo valor para el aficionado a la Historia Militar.
Con la intención de situar las acciones del Escuadrón en su adecuado contexto, comencé una lenta y laboriosa tarea de investigación que todavía sigue abierta. Se trataba de seguir el devenir de una pequeña unidad (el Escuadrón Expedicionario de Húsares de Pavía Nº 20) formada por ciento sesenta jinetes dentro de un ejército (el Ejército de Operaciones de Cuba) formado, en su periodo de máxima actividad, por más de doscientos mil hombres y operando en un escenario (la isla de Cuba) de más de cien mil kilómetros cuadrados. Una tarea compleja que se complica aun más cuando el Escuadrón, a menudo, actúa disgregado y cumpliendo simultáneamente diversas misiones. Si el desafío no fuese suficiente, la dificultad para investigar un tema tan puntual se agrava cuando la documentación relativa al asunto, a menudo, se encuentra todavía sin clasificar ni catalogar y dispersa por varios archivos militares.
A pesar de todo, la investigación ha ido dando sus frutos. En la actualidad he podido rescatar detalles de la campaña de Pavía en Ultramar que quizá carezcan de valor para el Historiador con mayúsculas, pero que, por su proximidad y frescura, considero de interés para el aficionado a la Historia Militar con minúsculas. Esa Historia Militar escrita por las pequeñas unidades. Escrita jornada a jornada por jinetes con nombres y apellidos que en el cumplimiento de su misión marchan, se fatigan, combaten, enferman y mueren. La Historia Militar del servicio de guarnición y de la patrulla; del cerco en la sabana cubana y del reconocimiento y la escaramuza en la manigua.
LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESCUADRONES EXPEDICIONARIOS.
1.- La necesidad de un refuerzo.
Cuba. En febrero de 1895 comienza la guerra en la Gran Antilla. Las operaciones siguen un devenir irregular hasta que en Mayo comienza la temporada de lluvias. La campaña se paraliza. Hasta el mes de Octubre el clima no será favorable para el desarrollo de operaciones de envergadura. Los caminos, incluidos los Reales, serán impracticables para todo tipo de fuerzas. El general Martínez Campos, recientemente designado General en Jefe del Ejército de Operaciones de Cuba, decide, el 11 de mayo, realizar su primera ronda de inspecciones por las provincias. Su intención es conocer directamente la situación en el mismo foco de la insurrección: la provincia de Santiago.
Tras poco más de una semana en la zona de operaciones, el general Martínez Campos comprende que necesita el refuerzo de unidades del Arma de Caballería. Hasta la fecha, se habían producido numerosos encuentros con el enemigo, todos ellos con resultados dudosos e insatisfactorios. Nunca se había conseguido un encuentro decisivo. La superior movilidad de los insurrectos, entre otros factores, les daba siempre la iniciativa e invariablemente abandonaban el combate cuando la victoria no les era segura. Era necesario recuperar la iniciativa. Se necesitaban unidades con mayor movilidad.
Al comienzo de la Guerra, las unidades del Arma de Caballería eran sólo dos: el Regimiento de Pizarro nº 29 y el de Hernán Cortés nº 30, desplegadas por toda la isla, disgregadas en destacamentos por escuadrones e incluso por secciones. Rápidamente, ante la necesidad, se organizaron casi espontáneamente, otras unidades montadas, que, aunque recibían en ocasiones denominaciones propias del Arma, no eran tales. Estas unidades eran las Unidades Voluntarias de Caballería, las Guerrillas Montadas de Infantería, las Guerrillas Volantes y las Guerrillas Locales:
Las Unidades de Voluntarios de Caballería eran, al menos nominalmente, “escuadrones” y “secciones” no sujetos a una orgánica establecida, formadas por los particulares residentes o con intereses en un municipio. Su instrucción y disciplina hacían de ellas aceptables unidades de reserva. Su jefatura recaía siempre en un profesional del Arma. El resto de los oficiales también podían ser militares de carrera, pero los suboficiales y la tropa eran invariablemente civiles voluntarios de la población que la organizaba. Su limitación operativa residía precisamente en su apego al municipio de origen. Eran útiles en la defensa de las poblaciones y de puntos fortificados pero raramente aceptaban ser empleadas lejos de donde se encontraban sus propiedades.
La naturaleza de las Guerrillas Montadas de Infantería era completamente distinta. Para contrarrestar la gran movilidad de las fuerzas insurrectas, los jefes de los Batallones de Infantería regular decidieron, por iniciativa propia, organizar pequeñas unidades montadas con personal de su Unidad. Seleccionaban a un oficial y 20 ó 30 soldados de entre los más destacados y les proporcionaban caballos, monturas y equipo del capturado al enemigo o del encontrado abandonado en fincas y bohíos. La fuerza de esta guerrilla montada aumentaba o disminuía en función de la disponibilidad de medios para montarlos. Su empleo como fuerza de Caballería era, por decirlo de algún modo, extremadamente simple. Formaban parte siempre de la vanguardia de la unidad en marcha y su misión, básicamente, era proporcionar seguridad de combate al Batallón. El principal inconveniente de la Guerrilla radicaba en que eran unidades absolutamente dependientes del Batallón al que pertenecían, y no se les permitía alejarse demasiado de él, lo que limitaba radicalmente su movilidad y velocidad.
Las Guerrillas Volantes y Las Guerrillas Locales eran unidades en las que se pretendía aprovechar las mejores cualidades de los tipos anteriores. Las Guerrillas Volantes eran escuadrones de unos trescientos hombres, con un tercio de soldados regulares y el resto civiles voluntarios. El componente de fuerza regular, tanto cuadros de mando como tropa, podía ser indistintamente de Infantería o de Caballería. Los civiles voluntarios percibían un sueldo, lo que permitía exigirles una dedicación a la unidad superior a la de aquellos que pertenecían a unidades de voluntarios. Operaban en todo el departamento al que pertenecían. Su rendimiento fue escaso. Las Guerrillas Locales se formaban íntegramente con voluntarios civiles, a excepción de los cuadros de mando. La diferencia con las Unidades de Voluntarios es que cobraban un sueldo, a pesar de lo cual no abandonaban nunca el municipio en el que habían sido organizadas. Su rendimiento fue incluso inferior al de las Guerrillas Volantes.
La necesidad de unidades móviles, potentes y de total disponibilidad decidió al general Martínez Campos a solicitar el refuerzo, no de unidades de jinetes de las que ya disponía, sino de unidades de Caballería. Solicitando tal refuerzo, envió un telegrama al Ministro de la Guerra que obtuvo pronta respuesta el día 16 de Mayo de 1895. El telegrama decía lo siguiente:
“ Ministro de la Guerra a Capitán General. La Habana. En vista telegrama de vuecencia sobre envío de Caballería y suponiendo su propósito de tener escuadrones sueltos el Gobierno ha acordado destinar diez... / ...me propongo que los escuadrones salgan el día treinta si es posible pero antes de organizarlos indique vuecencia lo que crea falta o sobra[2]”.
Este telegrama marcó el inició de la Campaña de Ultramar para mil seiscientos jinetes del Arma, que sólo quince días después desembarcarían en tierras americanas.
2.- Organización de los escuadrones.
De inmediato y ante la premura de tiempo, comenzó una frenética labor organizativa. A ambos lados del Atlántico, en la Península y en La Habana, se desarrolló simultáneamente la organización de los diez escuadrones expedicionarios. En Madrid, coordinaron sus esfuerzos el Ministerio de la Guerra y la Inspección de Caballería, para, a su vez, coordinarlos con el Cuartel General de La Habana y la Subinspección de Caballería de Cuba.
El Ministro de la Guerra, en el mismo telegrama del 16 de Mayo, propuso al general Martínez Campos que la composición de los escuadrones fuese de ciento sesenta hombres, de ellos ciento veinte montados, mandados por un comandante, dos capitanes y seis subalternos. La tropa debería tener al menos un año de servicio.
El general Martínez Campos contestó el 17, indicando la conveniencia de que los escuadrones trajesen consigo todo lo necesario, incluidas las monturas, a excepción de ganado, armamento y uniforme[3].
El 18 de Mayo se difundieron, por Real Orden Circular publicada en el Boletín del Ministerio de la Guerra[4], las instrucciones relativas a la organización de los escuadrones, su plantilla de personal, ganado, armamento, material y equipo, el procedimiento a seguir para cubrir la plantilla y las instrucciones de detalle relativas al transporte de las unidades hasta la isla de Cuba.
Ante la necesidad de limitar en lo posible la extensión de este trabajo, centraré la narración en dos asuntos puntuales relativos a la organización y equipamiento de los escuadrones expedicionarios en general, y del Escuadrón Expedicionario del Regimiento de Húsares de Pavía nº 20 en particular: el ganado y las monturas.
Serían necesarias muchas otras páginas para tratar asuntos tan interesantes como el personal del Escuadrón (desde su Comandante Jefe D. Juan Álvarez Masó, veterano condecorado en las campañas carlistas de 1875 y 1876, al jovencísimo 2º Teniente D. Clodoaldo Piñal Soler, que recibió su despacho de 2º Teniente en Valladolid en Mayo de 1894 y embarcó para Cuba, con el resto de su Escuadrón, a los veintiún años de edad), el armamento (en esta Campaña se hace uso por primera vez de la tercerola Mauser-Oviedo modelo 1895, desarrollo del magnífico fusil Mauser-Oviedo de 1893) o el equipo.
3.- La obtención del ganado.
En lo relativo al ganado, las ventajas de la instrucción dada por el general Martínez Campos (las unidades serían transportadas sin ganado y lo recibirían en Cuba) eran numerosas. Al desembarazar del ganado a las unidades, sería mucho más sencillo su transporte hasta Ultramar. Además, se evitaría al ganado penosos viajes por ferrocarril y, sobre todo, la travesía transoceánica, que suponía en torno a las tres semanas de navegación. Suavizaría el coste y simplificaría esfuerzo organizativo para las unidades de origen, ya suficientemente afectadas con enviar personal e impedimenta; y, finalmente, evitaría los necesarios periodos de aclimatación.
Sobre el papel todo eran ventajas. Sin embargo no se tuvo suficientemente en cuenta a uno de los elementos clave de esta, en principio, acertada decisión: el caballo cubano. La cría caballar no existía en la Isla y las autoridades militares cubanas no estaban preparadas para proporcionar la cantidad necesaria de animales. Hasta la fecha, las necesidades ordinarias se cubrían con adquisiciones directas a los ganaderos locales. No existía en la isla personal verdaderamente experto en la materia dedicado a la cría. Ni dentro ni fuera del Ejército. No existía ni cría ni selección con fines que no fuesen la obtención de ganado para tareas rurales, puesto que los propietarios adinerados que deseaban poseer ganado de monta o de tiro de cierta calidad, lo compraban en el extranjero. El caballo cubano, descendiente del traído por los primeros conquistadores y pobladores españoles, era un caballo cuya crianza se había descuidado durante siglos. Sus dimensiones eran más reducidas que las del caballo peninsular, detalle éste de gran importancia como veremos a continuación. Carecía de la alzada y la buena estampa de los caballos que habitualmente eran empleados por el Ejército, y muchos de ellos sufrían defectos de conformación debidos a la falta de conocimientos de criadores y domadores. Pero a pesar de su pésimo aspecto, el caballo cubano poseía numerosas cualidades que hacían de él un valioso instrumento para el combate. Presentaba un extraordinario aguante para la fatiga, una sobriedad extrema, una resistencia a todo tipo de privaciones y penalidades, y una fuerza desproporcionada a su tamaño. Todo ello hacía de él un animal más apropiado para el tipo de combate que se desarrollaría en la Isla que el caballo peninsular.[5]
El general Martínez Campos ordenó el mismo día 17 de Mayo, a los Gobernadores Militares de Puerto Príncipe y Santa Clara, que estudiasen la posibilidad de compra de los caballos y acémilas necesarios en sus respectivos distritos. De todas las tareas realizadas por la Subinspección de Caballería para preparar la llegada de los diez escuadrones expedicionarios, la de la adquisición del ganado fue la más compleja.
El Ministerio de la Guerra, a través del Cuartel General de Cuba, dio instrucciones precisas a la Subinspección de Caballería[6]. La Subinspección debía nombrar dos comisiones de compra en las provincias ganaderas por excelencia de la Isla: Camagüey y Las Villas. La primera comisión, localizada en Puerto Príncipe, debería proveer caballos para seis escuadrones. La segunda comisión, localizada en Santa Clara (o Villa Clara), haría lo propio para los cuatro restantes (entre los que se encontraría el Escuadrón de Pavía). Para cada escuadrón debían adquirir nueve caballos de oficial, ciento veinte de tropa y cinco acémilas. Teniendo presente las diferentes dimensiones entre el caballo cubano y el reglamentario, se admitía que pudiesen comprarlos menores[7]. Los plazos de ejecución eran muy cortos. La instrucción databa del 21 de Mayo y los escuadrones debían embarcar el 30 del mismo mes, con lo que llegarían a sus plazas de destino en torno al 20 de Junio. La Subinspección recomendaba a todo el personal involucrado que procediese con “grande actividad”.
La adquisición del ganado comienza inmediatamente. Teóricamente, se dispone de cantidades más que suficientes de ganado.[8] Sin embargo, también casi de inmediato, surgen los primeros contratiempos. Los ganaderos locales intentan aprovechar las circunstancias para hacer negocio. Los precios que habitualmente se pagan en la Isla por los caballos reglamentarios son, hasta esa fecha, inferiores a los estipulados en la Península. Es lógico, pues también los caballos de la Isla son de cualidades inferiores a los caballos reglamentarios de la Península. Si por un caballo de tropa reglamentario en la Península se pagan siete onzas, en la Isla el precio habitual es de seis. Pero en las provincias de Camagüey y Las Villas, en la segunda quincena de Mayo de 1895, el precio del ganado sube ante la demanda de las comisiones militares de compra. El gobernador militar de Puerto Príncipe debe amenazar a los ganaderos con una requisa para reconducir los precios a sus niveles habituales. Finalmente, la compra se efectúa en los plazos y en las condiciones previstas. El ganado adquirido es reunido en potreros[9] próximos a las ciudades de Puerto Príncipe y Santa Clara. Como no había personal del Arma disponible en ninguna de las dos guarniciones, su custodia fue encargada a fuerzas de Infantería.
Cuando el Escuadrón Expedicionario de Pavía llega a Las Villas, el ganado está preparado. El Escuadrón, desembarcado en el puerto de La Habana el 16 de Junio, es transportado por ferrocarril hasta Esperanza, un núcleo de población de tamaño medio próximo a la capital de la provincia, Santa Clara. El 19 de Junio recibe el ganado. El 21 comienzan los reconocimientos previos a la marcha que conducirá al Escuadrón hasta la población que será su guarnición durante casi un año: Placetas.
Fueron en estas primeras jornadas, entre el 23 y el 27 de Junio cuando se pusieron de manifiesto dos problemas relacionados entre sí. Por una parte la necesidad de acondicionar al ganado a su nuevo régimen de vida. Por otra, la necesidad de adquirir nuevas monturas, debido a las diferentes proporciones entre el caballo cubano y el peninsular.
La solución del primer problema fue cuestión de tiempo. La propia campaña fue robusteciendo a los animales y, para el mes de Diciembre[10], tras la primera reorganización del Escuadrón, el ganado se encontraba en plena forma física.
El segundo problema merece un estudio más detallado.
4.- El problema de las monturas
Como ya señalé anteriormente, el general Martínez Campos había indicado al Ministro de la Guerra la conveniencia de que los escuadrones expedicionarios trajesen consigo, entre otros elementos, sus propias monturas. El Ministro, siguiendo el consejo del General, así lo dispuso y así se hizo... en algunas Unidades.
La medida, a primera vista, suponía grandes ventajas. Al ser proporcionadas las monturas por las unidades de origen, peninsulares, el Cuartel General de Cuba se ahorraría el esfuerzo de su obtención (por adquisición o construcción) y su transporte. Además, al ordenar a los regimientos peninsulares que extrajesen las monturas necesarias de sus propios depósitos, el esfuerzo de obtención se repartiría. Para la Inspección de Caballería en Madrid y para la Subinspección en La Habana fue una solución puntual para un problema urgente, pero para las Unidades peninsulares resultó un gran perjuicio del que tardarían en reponerse[11]. El Regimiento de Pavía cumplió la orden y envió con el Escuadrón las monturas necesarias. Muchos otros regimientos[12] no lo hicieron y cuando llegaron a sus guarniciones de destino tuvieron que adquirirlas apresuradamente. La calidad de las monturas que se compraron en aquella ocasión fue, por decirlo con suavidad, muy mala, y las consecuencias que ello tuvo para el ganado, catastróficas.
En el caso particular del Escuadrón de Pavía, tras las primeras jornadas de actividad en campaña se pudo observar que las monturas, preparadas para animales de mayores dimensiones, causaban graves heridas en el ganado. Los primeros en sufrir en sus cabalgaduras lo inadecuado de las monturas fueron los componentes de la patrulla del Capitán Obregón[13], que con cuarenta jinetes reconoció el 23 de junio el itinerario de Santa Clara a Placetas. A su regreso, la patrulla se vio obligada a permanecer en Santa Clara desde el 24 al 30 de junio para permitir reponerse a sus caballos. Debió ser en esos siete días cuando el Escuadrón, mediante la venta y compra o la sustitución directa, adquirió monturas adecuadas y solventó el problema.
Para aquellos escuadrones que no habían traído sus monturas de la Península el problema no se pudo solucionar tan rápida y fácilmente. Para cubrir la necesidad urgente de tal cantidad de monturas[14]se organizaron las correspondientes comisiones de compra. El resultado, ante la urgencia y la falta de dinero, fue la compra de un material de pésima calidad que produjo más bajas en el ganado que la fatiga o la acción del enemigo. El 4 de Marzo de 1896, la Caballería de la Isla fue reorganizada. Los escuadrones expedicionarios, que hasta la fecha habían actuado como unidades independientes, fueron agrupados en Regimientos. Los Escuadrones de Sagunto, Montesa, Pavía y Treviño pasaron a formar el Regimiento Expedicionario de Sagunto[15]. Cuando el Coronel se hizo cargo de la unidad, el estado del ganado en los escuadrones había llegado ya a una situación insostenible. De los ciento treinta y tres caballos que, reglamentariamente, debía tener el 1º Escuadrón “Sagunto”[16], sólo ciento nueve se encontraban en la Unidad. El resto se encontraban convalecientes en potreros próximos a Santa Clara. Del total, (presentes y convalecientes) sólo sesenta y siete eran útiles para el servicio. El resto, “vistos con escrupulosidad, son completamente inútiles”. Los sesenta y siete útiles, “no son inútiles por de pronto, y es que no hay forma de que mañana tengan arreglo”[17]. A la incorporación del Coronel la situación de existencias de ganado era que menos de un 45 % de los animales eran útiles. La previsión era que la situación empeoraría sin remedio. El Coronel informó del motivo de esta situación. Transcribo literalmente porque el texto lo merece:
“Me permito, Excmo. Sr., decirle (que) es un dolor, y no bastará todo el oro del mundo, ni la compra de caballos, y jamás se podrá disponer de la reglamentaria fuerza de Caballería, si esta tiene las monturas que este Escuadrón tiene. Son tablas unidas sin hueco ni por la cruz ni por el dorso. A pesar de los sudaderos construidos, a pesar de no llevar grupas y aun cuando el soldado haga las marchas pie a tierra, siempre que no le quite la montura con todo su peso y forma especial, herirá (al caballo) de la cruz al dorso.(...) Nada conseguirá V.E. con su interés por el Arma (...) si estas monturas no desaparecen. (...) Ahora que las columnas no están en constante movimiento[18]podrá recuperarse alguna falta. Cuando el ejercicio sea más activo, las marchas mayores y más violentas, el mucho ganado, el comprado mañana, se vendrá abajo nivelándose con el desechado. La falta será de las monturas. (...) Tengo entendido (que) el modelo es el llamado “Ochoa”. Si fuese posible su cambio por un miserable albordón, la campaña sería más grata al ganado.[19]”
El General Jefe del 3º Cuerpo de Ejercito de Cuba remitió el informe al Subinspector del Arma de Caballería en La Habana. Este le respondió comunicándole cuales habían sido las medidas adoptadas:
“...Y en lo que se refiere al mal estado de las monturas (...) se ha pedido a la Península remitan los Regimientos de que proceden los Escuadrones Expedicionarios, y no las trajeron a su venida a la Isla, 120 cascos de montura para reemplazar a los que tienen, entre los que se encuentran los Escuadrones de Sagunto, Montesa y Treviño, no haciéndolo el de Pavía, porque éste las trajo y le fueron cambiadas por otras construidas en Placetas, que según informó el Jefe del mismo, han dado buen resultado; con lo que creo se conseguirá que los Regimientos del Arma se pongan en condiciones de prestar el servicio de campaña que les está encomendado y se evitará el roce del ganado.[20]”
No tengo constancia, por el momento, del resultado de aquella gestión de la Subinspección de Caballería. Presumiblemente, si los Regimientos penínsulares no fueron informados del contratiempo habido inicialmente con las monturas en el Escuadrón Expedicionario de Pavía, éste se repetiría. Los regimientos envíarían monturas a sus escuadrones que no serían las adecuadas, por la diferente morfología del caballo cubano, y estos, las cambiarían por otras mejores en sus plazas de guarnición.
5.- Conclusión.
Como dije anteriormente, sería necesario disponer de más páginas para poder tratar adecuadamente otros asuntos no menos interesantes relativos a la organización del Escuadrón Expedicionario. Sin embargo, lo más interesante del relato comenzaría a continuación, en junio de 1895, con el Escuadrón adecuadamente equipado y preparado para iniciar la campaña en su plaza de guarnición: Placetas. Durante más de tres años de actividad prácticamente ininterrumpida el Escuadrón participaría en todo tipo de acciones. Recorrería la Isla de una punta a otra, a caballo, en ferrocarril, en barco, a menudo en busca de un enemigo del que, las más de las veces, sólo se encontraba el rastro de su paso. Tiroteos a gran distancia contra enemigos apenas perceptibles en la lejanía. Cargas fortuitas contra grupos que se dispersan y desaparecen en la manigua. Asaltos por sorpresa contra campamentos enemigos encontrados casi al azar. Emboscadas. Patrullas. Escoltas. Y sobre todo, marchas. Marcha tras marcha a través de la sabana y la jungla, a través del llano y de la montaña, combatiendo en una campaña en la que el clima, las enfermedades y la fatiga produjo muchas más bajas que el fuego enemigo.
Figura 1. Despliegue de las Unidades del Arma de Caballería en la Isla de Cuba en mayo de 1895. Fuente: elaboración propia. Los Regimientos “Pizarro” nº 29 y “Hernán Cortés” nº 30, con cabecera en La Habana y Santiago respectivamente, se encontraban completamente disgregados, con sus unidades subordinadas dispersas por todo el territorio insular.
Figura 2. Gráfico esquemático del tendido de ferrocarril entre La Habana y Santa Clara en 1895. Fuente: elaboración propia. El Escuadrón Expedicionario de Pavía Nº 20 desembarcó en el puerto de La Habana el 16 de junio de 1895 y fue transportado por ferrocarril hasta Esperanza. El 19 de junio recibió el ganado y a continuación, el 21, comenzaron los reconocimientos previos a la marcha que conduciría al Escuadrón hasta la población que sería su guarnición durante casi un año: Placetas.
Figura 3. Guerrillas montadas vadeando el río Guaninincú. Fuente: Biblioteca Nacional.
Figura 4. Don Jaime Coleman Feijos, Primer teniente comandante de la sección de transporte a lomo de Trinidad, con su asistente. Fuente: Biblioteca Nacional. En la fotografía, realizada posiblemente en Trinidad en 1986, se pueden apreciar detalles de gran interés tanto del caballo como de la montura. El caballo es de un tamaño un tanto reducido en comparación con los caballos peninsulares.
NOTAS
[1] R.O. de 18 de Mayo de 1895 (D.O. número 109) y Orden Circular nº 15 de la Subinspección de Caballería de 4 de Marzo de 1896.
[2] Servicio Histórico Militar. Sección Ultramar. Cuartel General de Cuba. Caja 1228. Cuerpos en General. Caballería (1872-1898). Telegrama incluido en la carpeta: “Organización y destino de diez Escuadrones de Caballería a este Distrito para aumentar la fuerza con motivo de la Campaña.”.
[3] “...traigan sable con correaje, fornitura, espuelas, morral de pan, traje de faena, capote, montura completa, bridas, cabezada de pesebre y cartuchera para Mauser.” Servicio Histórico Militar. Sección Ultramar. Cuartel General de Cuba. Caja 1228. Cuerpos en General. Caballería (1872-1898). Nota incluido en la carpeta: “Organización y destino de diez Escuadrones de Caballería a este Distrito para aumentar la fuerza con motivo de la Campaña.”.
[4] Real Orden circular de 18 de mayo. “Disponiendo que cada uno de los 10 regimientos de Caballería designados por la suerte entre los 28 del Arma, proceda a organizar un escuadrón suelto con destino a la isla de Cuba, y dictando las instrucciones convenientes”.
[5] El caballo cubano y la cría caballar en la isla. M.P.S. Artículo de la “Revista técnica de Infantería y Caballería”. Año IX. Núm. 4. Madrid, 15 de febrero de 1898.
[6] “Organización y destino de Diez Escuadrones de Caballería a este Distrito para aumentar la fuerza con motivo de la Campaña.” Servicio Histórico Militar. Sección Ultramar. Caja 1228. Cuartel General de Cuba. Cuerpos en General. Caballería (1872-1898).
[7] “...de hasta alzada de seis cuartas once dedos o un dedo menos siempre que esa disminución esté compensada en las anchuras y demás escogidas condiciones del caballo.” Servicio Histórico Militar. Sección Ultramar. Caja 1228. Cuartel General de Cuba. Cuerpos en General. Caballería (1872-1898). “Organización y destino de Diez Escuadrones de Caballería a este Distrito para aumentar la fuerza con motivo de la Campaña.”
[8] Sólo en Sacti-Spíritus, una de las cinco jurisdicciones de la provincia de Las Villas, existen en diciembre de 1894, 21.000 cabezas de ganado caballar. “Isla de Cuba. El territorio de Las Villas”. Revista Técnica de Infantería y Caballería. Año VIII. Madrid. 15 de Septiembre de 1897 Num. VI Pgna. 832.
[9]Extensas fincas de praderas y pastos en las que se cría ganado.
[10] El Escuadrón actuó de forma ininterrumpida los meses de julio a octubre. En Noviembre el Escuadrón se encontraba completamente exhausto. Fue necesario darle descanso y reorganizarlo durante todo el mes. En diciembre comenzó de nuevo las operaciones.
[11] En el caso particular del Regimiento “Pavía” nº 20, dispuso el Coronel que cada Escuadrón proporcionase 30 equipos completos de montura. Como estaban numerados con el número del Escuadrón correspondiente pasaron a la sección orgánica de igual número del Expedicionario. Quedó tan mermado el Regimiento de efectos de montura que tuvo que ser rebajado de Servicio de Plaza hasta que, cuatro meses después, en septiembre, terminó de sustituirlos por otros construidos por los guarnicioneros de la Unidad.
[12] Los escuadrones que desembarcaron en la isla sin sus monturas fueron, al menos, los de los Regimientos de Sagunto, Montesa y Treviño. Es probable, según se deduce del informe elevado por el Coronel Jefe del Regimiento Expedicionario de Sagunto al General Jefe del 3º Cuerpo de Ejército de Cuba en Julio de 1896, que fuesen muchos más, pero no he encontrado constancia escrita de ello.
[13] El Capitán D. Salustiano Obregón y Varona, natural de Molledo (Cuba) y de cuarenta y cinco años de edad, veterano condecorado de la campaña cubana de 1875 a 1878, inició su carrera militar como Alférez de Milicias del Regimiento de Milicias Disciplinadas de La Habana Nº 1. Se encontraba destinado en el Regimiento de Húsares de Pavía Nº 20 desde junio de 1893.
[14] Al menos, en el mejor de los casos, trescientas sesenta monturas.
[15] Los escuadrones pasaron a numerarse del 1 al 4 y a adoptar la siguiente denominación: 1º Escuadrón “Sagunto”, 2º Escuadrón “Montesa”, 3º Escuadrón “Pavía” y 4º Escuadrón “Treviño”.
[16] La plantilla reglamentaria del Regimiento era de 530 caballos, distribuidos entre los cuatro escuadrones a razón de 133 al 1º y 3º Escuadrón y 132 al 2º y al 4º. Escrito dirigido por el Subinspector del Arma de Caballería al General Jefe del 3º Cuerpo de Ejército de Cuba el 17 de Julio de 1806. Servicio Histórico Militar. Sección Ultramar. Caja 1252. Cuartel General Cuba (CGC.). Cuerpos en General. Escuadrones. Escuadrones disueltos: España, Sagunto, Santiago, Montesa, Numancia, Lusitania, Almansa, Alcantara (1895-1898). Carpeta de Sagunto.
[17] Informe del Sr. Coronel Jefe del Regimiento Expedicionario de Sagunto al Excmo. Sr. General Jefe del 3º Cuerpo de Ejército de Cuba de 17 de Julio de 1896. Servicio Histórico Militar. Sección Ultramar. Caja 1252. Cuartel General Cuba (CGC.). Cuerpos en General. Escuadrones. Escuadrones disueltos: España, Sagunto, Santiago, Montesa, Numancia, Lusitania, Almansa, Alcantara (1895-1898). Carpeta de Sagunto.
[18] Es la temporada de lluvias y el Regimiento, de reciente creación, se encuentra en plena organización.
[19] Informe del Sr. Coronel Jefe del Regimiento Expedicionario de Sagunto al Excmo. Sr. General Jefe del 3º Cuerpo de Ejército de Cuba de 17 de Julio de 1896. Servicio Histórico Militar. Sección Ultramar. Caja 1252. Cuartel General Cuba (CGC.). Cuerpos en General. Escuadrones. Escuadrones disueltos: España, Sagunto, Santiago, Montesa, Numancia, Lusitania, Almansa, Alcantara (1895-1898). Carpeta de Sagunto.
[20] Escrito dirigido por el Subinspector del Arma de Caballería al General Jefe del 3º Cuerpo de Ejército de Cuba el 17 de Julio de 1806. Servicio Histórico Militar. Sección Ultramar. Caja 1252. Cuartel General Cuba (CGC.). Cuerpos en General. Escuadrones. Escuadrones disueltos: España, Sagunto, Santiago, Montesa, Numancia, Lusitania, Almansa, Alcantara (1895-1898). Carpeta de Sagunto.
Tte. Col. Angel Laborda Rodríguez.
RC “ESPAÑA” 11. JEPLMM. Vocal del Consejo de Redacción del Memorial de Caballería por el Regimiento.
Base Discontinua “San Jorge”. Zona A. Crta CN 330 Km 503 50071 Zaragoza.