Sobre las once horas y treinta minutos de la mañana del sábado 4 de junio de 1977, un turismo Simca 1200, ocupado por tres individuos jóvenes, aparcó en doble fila frente al cuartel de la Guardia Civil en la Avenida de Madrid de Barcelona.
Dos de los ocupantes del vehículo se apearon y dispararon indiscriminadamente con sendas pistolas contra los guardias civiles Antonio López Cazorla y Rafael Carrasco Lamas, de 34 años de edad, casado y padre de cuatro hijos.
Trasladados al Hospital Clínico, ingresaron cadáveres. Antes de emprender la huida los agresores arrebataron el subfusil del guardia López Cazorla, disparando una ráfaga contra los agentes, que alertados por los disparos, acudían a la puerta. Estos hicieron uso de sus armas sinlograr alcanzar a los terroristas que se dieron a la fuga en el mismo vehículo, que, tras sufrir un accidente, fue abandonado por sus ocupantes, que continuaron la huida a pie, perdiéndose por las calles de la Ciudad Condal.
A las seis y media de la mañana del 6 de junio de 1977 llegaron a Ubeda los restos mortales del guardia civil don Rafael Carrasco Lamas, asesinado en Barcelona el sábado día 4 por el GRAPO. La caravana en la que venía el cadáver del agente del orden asesinado llegó a las puertas del palacio de las Cadenas, donde se encontraba una gran multitud congregada que se aproximó a las diez mil personas.
Poco antes habían llegado la madre, hermanos y familiares de la víctima, que pasaron a un lugar especial reservado para ellos en la cripta del palacio, lugar adonde fue trasladada la capilla ardiente. Posteriormente se rezó un responso, y el Ayuntamiento de Úbeda, a propuesta del alcalde de la ciudad, tomó el acuerdo de conceder a perpetuidad el nicho número 210 del cementerio de la localidad para que reposen los restos mortales del guardia civil asesinado, y también concederle a título póstumo el emblema de oro de la ciudad de Úbeda.
Una guardia de vela, formada por alumnos de la academia regional de la Benemérita de esta ciudad y otros agentes del orden, permanece al lado del féretro, ante el cual desfilaron numerosas personas de la ciudad y de pueblos limítrofes.
A primera hora de la tarde del 6 de junio de 1977 recibía cristiana sepultura en el cementerio de San Miguel el cadáver del guardia civil don Antonio López Cazorla, asesinado el sábado en Barcelona. El señor López Cazorla, de treinta y siete años de edad, casado y padre de tres hijos, era natural de la localidad de Alcaucin (Málaga).
Cerca de las doce y media llegó el féretro, que desde el acuartelamiento de los Angeles había sido llevado a hombros de guardias civiles, policías armados y policías municipales, por las calles malasgüeñas, en medio de un impresionante silencio; gran número de personas seguían al cadáver.
A la entrada del templo fue rezado un responso y seguidamente comenzó 1a misa “corpore insepulto”. En el momento de salir el féretro de la Iglesia parroquial de San Pedro fue cantado el himno de la Guardia Civil, dándose a continuación vivas a España y a la Benemérita.