Hay cosas que pertuban el sentido común, que pervierten la democracia y vician la libertad hasta dejarla irreconocible. Hay actos que, bajo el disfraz de la política, de la libertad y de la democracia, constituyen una aberración, un grave error del entendimiento y una conducta depravada que se aparta de lo lícito, perturbando la convivencia.
Edmunt Burke, filósofo y político irlandés, decía que, “La libertad no es negociable, y quien negocia con el terror pierde la autoridad moral para hablar en nombre de la libertad”. Oír hablar en rueda de prensa, en el templo de la democracia en España, a la señora Mertxe Aizpurua Arzallus, representante de los herederos de ETA en el Congreso de los Diputados, como propone una reforma del Reglamento de la Cámara para, según ella, acabar con la “impunidad” de ciertos periodistas, es una auténtica aberación ética, moral y democrática.
Sí, han leído bien: la misma persona que fue condenada por apología del terrorismo cuando dirigía el diario proetarra Gara ahora alza la voz para señalar a quienes, según su criterio, “alteran, interrumpen, generan enfrentamiento, provocan, boicotean, acosan, atacan y rompen la cortesía parlamentaria”. La ironía es tan grotesca que roza lo intolerable.
La señora Aizpurua, que en su día fue vocera de una organización que no se limitaba a acosar, sino que asesinaba; que no solo atacaba, sino que ponía bombas lapa; que no coartaba la libertad de expresión, sino que segaba vidas, tiene la poca vergüenza y la osadía de acusar a periodistas de ser “voceros de grupos parlamentarios”, cuando en su caso ella misma es vocera de ETA.
Posiblemente sea la última persona que debería hablar de discursos agresivos, cuando su trayectoria está manchada por la defensa de postulados que se lograron con sangre y fuego, siendo responsable directa de la máxima aberración, que supone en democracia, dar voz a quienes validan el legado de ETA en el Congreso, conseguido a base de terror, erigiéndose en jueces de la moralidad y la decencia.
Coincido, sin embargo, - muy a mi pesar -, en algo con la señora Aizpurua, el tener una credencial de prensa, un micrófono o "un escaño" no convierte a nadie en demócrata. Porque si hay a alguien a quien señalar, es a quienes, como ella, utilizan el altavoz del Congreso para blanquear el terrorismo, para distorsionar el debate público, para amenazar y humillar la memoria de las víctimas y para mantener una injusticia que se perpetúa en el tiempo gracias a la connivencia del resto de “señorías”, que buscan, normalizar la presencia política de los herederos de ETA, difuminar los rasgos que definen al terrorismo y presentar un falso alegato de dignidad para blanquear a los asesinos, que no engaña a nadie con dos dedos de frente y con memoria suficiente para recordar las atrocidades de ETA.
Permitir a los herederos de ETA tener voz en el Congreso y olvidar a las víctimas del terrorismo es traicionar su memoria, y permitir que quienes dan voz a los asesinos en el Congreso, nos den consejos de ética y de moral, es una afrenta que la democracia no debe y no puede perdonar y una humillación para las víctimas del terrorismo.
Lo que ocurre en el Congreso es, efectivamente, una aberración, entendida como un acto y una conducta depravada, perversa y que se aparta de lo aceptado como lícito, sabiendo que lo lícito es legal, pero no todo lo legal es lícito moralmente, vamos, un grave error del entendimiento.
Es un escándalo que se permita, con total impunidad, que los representantes de una ideología que sembró el terror durante más de cinco décadas sigan ocupando espacios que deberían ser sagrados para la democracia, la memoria y la justicia. No nos equivoquemos, para EH Bildu, es decir para ETA, esto no es un simple debate parlamentario, es una estrategia calculada para mostrarse como democratas, con el unico fin de desestabilizar, enfangar la política y generar caos, pervertiendo los valores que sostienen nuestra convivencia y para burlarse de las víctimas, cuyos nombres y heridas parecen desvanecerse poco a poco.
No tengo duda, la sociedad, las víctimas, merecen algo mejor que este circo de hipocresía, merecen un Congreso que no sea escenario de blanqueo, que no permita que el terrorismo se vista de demócrata, que no tolere que se pervierta la democracia con discursos que disfrazan el pasado criminal bajo un manto de legitimidad, y que recuerden, tanto su “señoría Mertxe” como el resto de señorías que le permiten darnos clases de ética y de moral, que, el terrorismo no es más que la guerra de los cobardes, que se esconden tras la violencia para imponer su miedo, mientras la democracia debería resistir con la valentía de la verdad; que no sigan permitiendo que el terrorismo doblegue a la democracia y a la libertad y que se siga humillando a las víctimas desde el Congreso.
Mantenía Václav Havel, escritor y político checo, que “La democracia no es solo un sistema, es una moral que exige respeto a la verdad y a las víctimas”. Es hora de poner freno a esta aberración. Es hora de decir basta a quienes, con total falta de escrúpulos, buscan desdibujar la verdad y perpetuar la injusticia. Porque, como bien dice la señora Aizpurua, “no nos engañan”.
Y ojalá, como ella misma cierra su discurso, se haga justicia.
¡¡Mila esker!!, pero no a usted, sino a las víctimas que aún esperan que la democracia no se doblegue ante el legado del terror.
Antonio Mancera Cárdenas
Guardia civil retirado por accidente en acto de servicio