Aunque en 1948 ya se pueden encontrar a las primeras mujeres vestidas con el uniforme de la Guardia Civil -eso sí sin divisas, ni armamento- tras la absorción del Cuerpo de Carabineros por parte del Instituto Armado, tendría que pasar casi medio siglo para que la incorporación efectiva de la mujer a la Guardia Civil fuera una realidad.
Así, en febrero de 1988 y como consecuencia del Plan para la Igualdad de Oportunidades para la Mujer, se promulgó el Real Decreto que permitió ese mismo año el acceso a las pruebas de selección a las mujeres. Un año después, 198 mujeres se convirtieron en guardias civiles en la 94º promoción de la Academia de Baeza.
Empezó entonces un camino duro para romper con los estereotipos dentro de una institución castrense y masculina, pero también con los de una sociedad que todavía no estaba preparada para ver con normalidad a las mujeres en determinados empleos.
Ahora, 25 años después, 5.130 mujeres forman parte de los más de 79.000 agentes del Instituto Armado, representando un 6,4 por ciento del total, porcentaje que en los puestos de mando baja: apenas un tres por ciento son oficiales y un dos por ciento, suboficiales. En el caso de Castilla y León, los porcentajes son similares, y de los 7.000 agentes desplegados en la Comunidad, 432 son mujeres, de las que sólo ocho son oficiales, nueve son sargentos y 15 cabos.
Una de las mujeres pioneras en la Benemérita y que además es una de las tres tenientes que tiene el Instituto Armado en Castilla y León es Lourdes Ramírez, una guardia civil vocacional que desde niña tenía claro que quería seguir los pasos de su padre. Así, con 17 años aprobó el examen de ingreso a la Academia de Baeza, convirtiéndose en integrante de la tercera promoción mixta de la Guardia Civil.
De eso han pasado ya 24 años y once destinos diferentes que han llevado a esta granadina de nacimiento, pero leonesa de adopción, a recorrer media España, camino en el que también se han cruzado diferentes localidades de la Comunidad como Lumbrales (Salamanca) y Carrión de los Condes (Palencia).
Casada y con dos hijas pequeñas, Lourdes también puede presumir de haber sido la primera mujer agente en haber superado el curso de control de masas, lo que la ha permitido ingresar en el Grupo de Reserva y Seguridad (GRS), su destino actual en la Virgen del Camino (León). Antes, también se especializó en el adiestramiento de perros de la Guardia Civil, estando destinada como jefa del Servicio de Adiestramiento de Perros de Seguridad y Rescate en El Pardo (Madrid).
Aunque reconoce que por su condición de mujer nunca ha tenido problemas en las relaciones con sus mandos ni con sus subordinados, sí que confiesa que a lo largo de su carrera profesional ha tenido que escuchar “demasiadas veces” expresiones de sorpresa por su condición de mujer, especialmente cuando ha estado al frente de algún puesto en el medio rural, dice.
Ni la falta de baños o vestuarios femeninos en las dependencias oficiales al principio de su carrera, “algo comprensible al producirse un cambio de tanta trascendencia”, para la teniente Ramírez el principal obstáculo que se le presenta a una mujer en la Guardia Civil es cuando decide ser madre, formar una familia y, a la vez, seguir promocionando. “La conciliación familiar es casi imposible y si no hay más mujeres oficiales es porque en muchas ocasiones el peaje que hay que pagar es la renuncia a la vida familiar. Hacer carrera en la Benemérita supone continuos cambios de destino, algo que no es lo mejor para crear una familia”.
Lourdes Ramírez, sin propósito de que puedan prejuzgarla de reivindicativa, cree que aún tienen que “pasar muchas generaciones” para lograr que la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres sea una realidad efectiva y para que en ciertos puestos la mujer tenga que dejar de demostrar su valía de forma permanente y al hombre se le dé por su puesta. Contamos con mucha legislación en favor de la igualdad de oportunidades, pero entre todos y con un esfuerzo conjunto de la sociedad, hay que conseguir su efectividad mucho antes”.
La conciliación de la vida familiar y profesional es también para la sargento leonesa Rocío Sahelices uno de los grandes inconvenientes a los que se tiene que enfrentar las guardias civiles que pretenden formar una familia y, a la vez, promocionar profesionalmente.
Lourdes Ramírez, miembro del Grupo de Reserva y Seguridad. (Foto: Peio García)
Conciliación
“Compaginar los ascensos con un proyecto de familia no es nada fácil en la Guardia Civil. La valía de las mujeres está más que demostrada, pero sólo hace falta ver las pocas mujeres que llegan a la parte de arriba del escalafón para darte cuenta de lo difícil que puede ser conciliar”, asegura.
Nacida en el seno de una familia de tradición minera de Ciñera de Gordón (León; 1971), Rocío Sahelices ha tenido ya cinco destinos desde que salió de la academia de Baeza en el año 2000: Barcelona; Hontoria del Pinar (Burgos); Guernica (Vizcaya), su único destino como cabo; Guardo (Palencia), donde llegó como sargento, y la localidad de Cármenes (León), donde desde 2010 es comandante de puesto -jefa de la casa cuartel-.
“Está claro que la mayoría de las mujeres guardias civiles que queremos promocionar tenemos que poner en un lado de la balanza la vida familiar y en el otra la vida profesional, y después decidir. En mi caso, además de los cambios de destino, también soy consciente de que el ser comandante de puesto requiere más dedicación y dedicar menos horas a la familia”, asegura. De todas formas, Rocío confiesa que nunca se ha sentido marginada, ni ha tenido el más mínimo problema por ser mujer, aunque reconoce que en algunos de sus destinos “era la novedad” para los vecinos del pueblo.
Rocío Sahelices ha tenido cinco destinos desde que salió de Baeza. (Foto: Peio García)
Lucha contra la violencia de género
Por su parte, la agente leonesa Laura Álvarez, destinada en la Policía Judicial de Burgos, dentro de un equipo especializado de lucha contra la violencia de género y la ejercida contra los menores (Emume), comparte la opinión de que en la mayoría de los trabajos las mujeres deben “demostrar más cosas que los hombres”.
De todas formas, esta agente, que como la teniente Ramírez también ha seguido los pasos de su padre, asegura que en los ocho años que lleva en el Instituto Armado -antes pasó por los cuarteles de Covarrubias y Sala de los Infantes, ambos en Burgos- nunca ha tenido ningún problema por su condición de mujer. “He sido una más y así me han tratado siempre mis compañeros y mis superiores”.
“La incorporación de la mujer a la Guardia Civil fue un cambio fundamental que a cierta parte de la sociedad le costó asimilar, pero que ha servido para mejorar muchos de los servicios que el Cuerpo y un ejemplo claro es el cometido que yo desempeño ahora. Sin duda, a la hora de presentar una denuncia por malos tratos la víctima encuentra más empatía en una mujer”.
Rocío Sahelices en Cármenes donde está destinada como Comandante de Puesto. (Foto: Peio García)