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cabeceratribunabenemerita

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Como guardia civil retirado, se lo que supone el peso del uniforme y la exigencia de llevarlo con responsabilidad, como guardia civil que ingresó en la época de los 80, se la importancia de salir de servicio con la confianza de que pase lo que pase, el compañero que tienes al lado dará su vida por ti, como lo harías tú por él.

Pero hoy, toca alzar la voz y hacerlo por lo doloroso que es ver a un compañero apaleado por un delincuente, sin que aquellos en los que confiaba o debería confiar, muestren la contundencia suficiente para evitar la agresión, al menos es lo que esas imagenes, grabadas por otro delincuente y que se han hecho virales, nos han mostrado.

La tibieza en el servicio no es solo una falta de carácter; es una reacción, o más bien la falta de ella, que puede llegar costar la vida de un compañero, de un ciudadano, o de la propia sociedad que nos reclama firmeza.

La reciente agresión a un compañero en Huelva, -es la última, pero no la única- herido por los golpes reiterados de un delincuente en un control rutinario, no solo dejó al compañero herido, sino una verdad amarga, la duda, el titubeó mientras el delincuente ataca, pudo acabar de la peor de las maneras.

La sociedad no nos quiere como meros funcionarios, rellenando papeles o mirando al suelo. Nos quiere como lo que somos, guardias civiles y nos exige contundencia frente al delito, siempre dentro de los límites que la ley nos impone. Pero cuando un guardia civil duda, cuando calcula cada paso en lugar de actuar, cuando deja que un compañero sea golpeado sin responder con la fuerza necesaria, traiciona ese mandato. En Huelva, un agente fue agredido porque la tibieza de otro permitió que el agresor ganara terreno. Esa vacilación es algo que puede llegar a matar.

La entropía social —el desorden al que la sociedad se precipita cuando fallamos— no perdona, es un paso más hacia el desorden que acecha cuando la autoridad flaquea. Cada intervención titubeante alimenta el caos, donde la ley se desvanece y los criminales se envalentonan, la sociedad pierde.

La tibieza es la chispa que enciende el desgobierno. Un guardia civil que duda no solo se arriesga el mismo, arriesga a su compañero, y pone en jaque la confianza de una sociedad que espera que protejamos vidas y haciendas, no que nos escondamos tras excusas.

No somos robots, pero tampoco podemos ser sombras. La formación, nos enseña, o debería hacerlo, a decidir bajo presión, a respaldar al compañero, a enfrentar el peligro con principios, no con miedo. Quien se apoca, quien espera que el problema se resuelva solo, o que lo resuelva el otro mientras él mira, no merece el uniforme.

Su indecisión denigra a la Guardia Civil, mancha nuestra imagen, siembra la duda en una sociedad que nos necesita como roca, no como arena y pone en cuestión nuestra sagrada misión de mantener el orden, hacer cumplir la ley y proteger a la sociedad.

La lección debería ser clara, la tibieza puede dejar a un compañero herido, o puede acabar aún peor. El de Huelva solo es el último caso, pero por desgracia ha habido otros, por eso no podemos permitir que un instante de duda nos robe a un compañero, quede herido o deje a una víctima sin justicia.

La sociedad nos espera valientes, no tibios. Cumplamos, sin tibieza, como dice el artículo 5 de nuestra Cartilla. “prudentes sin debilidad y firmes sin violencia”, hagámoslo como siempre hemos hecho, con la ley en la mano y el honor en el pecho, o pagaremos un precio que ningún guardia civil, que nuestra propia Institución, debería soportar.

Antonio Mancera Cárdenas
Guardia Civil retirado