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2 de mayo de 1808: Ocurre el levantamiento en Madrid contra el ejército francés de Napoleón Bonaparte.

 El 2 de mayo de 1808 las clases populares de Madrid se levantaron contra la ocupación francesa. La sublevación se propagó por todo el país, dando inicio a la Guerra de Independencia.

Los madrileños se agolparon a las puertas del Palacio Real a primera hora de la mañana del 2 de mayo de 1808. El pueblo sospechaba que los franceses querían raptar al hijo menor del Rey Carlos IV y María Luisa de Parma, el infante Francisco de Paula. Entre la multitud se encontraba José Blas de Molina, que al grito de "¡Traición! ¡Que nos lo llevan! ¡Nos han quitado a nuestro rey y quieren llevarse a todas las personas reales! ¡Muerte a los franceses!" comenzó un levantamiento que se extendió por Madrid como la pólvora. 

Daoíz y Velarde, los héroes que murieron el 2 de mayo luchando por España

Los militares se unieron al pueblo y defendieron, a costa de sus vidas, el madrileño Cuartel de Artillería de Monteleón durante el levantamiento contra los franceses

Por aquel entonces, la casualidad quiso que en Madrid se encontraran el capitán andaluz Luis Daoíz y el militar cántabro Pedro Velarde. El primero, de 41 años, se encontraba al mando del Parque de Artillería de Monteleón (ubicado en la actual «Plaza del dos de Mayo») y tenía a sus espaldas más de 30 años de servicio fiel a España. Por su parte, el segundo, que contaba 29 años, se había hecho un hueco en las altas esferas del Estado Mayor del Cuerpo de Artillería.

Ambos vieron en esta revolución un momento perfecto para luchar por la soberanía española. Así, y a pesar de que desde el gobierno se les había ordenado no combatir contra los franceses, decidieron ponerse de lado del pueblo que, con piedras, palos y navajas, se enfrentaba a miles de soldados franceses.

«Las fuerzas españolas eran unos 5.000 hombres, en su mayoría acuartelados fuera de la ciudad, y los franceses unos 40.000, situados en el casco urbano y alrededores (Leganés, El Pardo, Casa de Campo, Fuencarral…)», señala Laínez.

Velarde libera Monteleón

El primer paso para poder combatir y organizar una buena defensa era liberar el Parque de Artillería de Monteleón, uno de los pocos enclaves en los que los escasos militares españoles que habían decidido apoyar la rebelión podían plantar cara al ejército francés. El lugar, en cambio, estaba guardado por una unidad de 80 soldados franceses.

Velarde liberó Monteleón y se preparó para la defensa junto a DaoízPara iniciar su plan, Velarde convenció a un oficial superior para que le cediera el mando de una unidad española afirmando que pretendía ayudar a los franceses que defendían Monteleón. De esta forma, le fue concedido el mando de la 3º compañía del capitán Goicoechea, según afirma el historiador Arsenio García Fuertes en su libro « Dos de Mayo de 1808. El grito de una nación». «Por la calle de San Miguel y San José (…) marchaba, a paso redoblado y arma terciada, la 3º compañía del capitán Rafael Goicoechea», determina el experto.

En su camino, la sangre de los madrileños salpicaba las calles de la capital, pues se enfrentaban a una fuerza mejor armada y preparada para el combate. «Los patriotas tuvieron que enfrentarse, casi desarmados, contra las bien equipadas unidades de infantería y caballería napoleónicas, apoyadas por cañones que barrieron a la población civil», explica por su parte Laínez.

Al llegar a Monteleón junto a su treintena de soldados, Velarde no tuvo problemas en entrar en el enclave engañando a los franceses. «El español anunció con voz firme al capitán que las tropas de infantería que traía con él estaban destinadas a reforzar la seguridad del parque. Accedió entonces el francés a que los soldados de Goicoechea franqueasen los portones», explica García en su texto.

Sin embargo, cuando sus soldados tomaron posiciones alrededor de las tropas de Napoleón, la actitud de Velarde cambió radicalmente. El español se giró hacia el oficial francés y le informó de que, o sus hombres tiraban las armas, o serían masacrados. Al galo no le quedó más remedio que capitular, pues, aunque mayor en número, su fuerza se encontraba en ese momento desprevenida.

Ya estaba hecho, los españoles habían tomado el emplazamiento arengados por los madrileños que, desde fuera, pedían que se les entregase arma para poder enfrentarse en igualdad de condiciones a los soldados imperiales. «A las puertas de Monteleón, la muchedumbre se arremolinaba. La llegada de los fusileros de Estado con Velarde había animado a todos los presentes a vitorearlos», sentencia García.