Se escucha en las carreteras el rugir de una emoción intensa. Es el entusiasmo de las mujeres de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, unidas por el fuerte sentimiento de admiración hacia su trabajo.
Por Lali Castellanos
Conducen sus motos de rodillas, con los pies en un estribo, en el manillar o tumbadas. Les gusta volar saltando obstáculos sobre dos ruedas. Son ellas, motoristas, mandos, investigadoras u oficinistas.
Las mujeres de la ATGC, queridas y admiradas por muchos jefes, compañeros y subordinados. “Ser guardia civil y motorista de la ATGC es lo que siempre había querido ser desde pequeñita. Es muy gratificante cuando consigues lo que tanto has soñado”. Palabras de Mila Cabrera, guardia civil motorista del Destacamento de Paracuellos del Jarama (Madrid) que todas las mañanas coloca sus manos en el manillar como las 163 mujeres que trabajan en la Agrupación circulando siempre en el mismo sentido: Auxiliar a los demás en la carretera y controlar la seguridad en el asfalto.
De niñas, muchas jugaban con coches y motos. Algunas, cuando apenas levantaban un palmo del suelo, estaban convencidas de que serían miembros de la ATGC, aunque por entonces las mujeres no podían pertenecer al Cuerpo. Las cinco primeras guardias civiles, Belén, Magdalena, Ana María, Mar y Pilar pegaron un acelerón en sus propias vidas superando el XCIII Curso de Tráfico en Atestados. Corría el año 1992 que estrenaba una nueva vía en los Destacamentos, Sectores y Subsectores de toda España. Debajo de los cascos se empezaban a ver trenzas.
Ellas sabían que las motos no entienden de género, que serían capaces de superar las pruebas, esos exámenes que son iguales a los de sus compañeros masculinos pero que contienen algunas variantes mínimas específicas. En la fase de tele-formación, conocimiento, mecanografía, psicología y psicotecnia, todos, hombres y mujeres, se enfrentan al mismo reto. Respecto a las pruebas físicas, tampoco hay grandes diferencias. Sólo la adecuación física que exige el sentido común. Por ejemplo, las pruebas de resistencia muscular que se materializan en una carrera de 1000 metros en pista, el tiempo para las mujeres es superior. En las de equilibrio, que consiste en pasar por una barra a una altura de 2,5 metros, también es igual para todos. Y en las pruebas de potencia (flexiones en el suelo o salto vertical) se exige una marca inferior para ellas. Pero algunas mujeres llegan a las marcas masculinas porque tienen las condiciones físicas necesarias. Como dice la cabo 1º Mónica Revilla, la primera mujer motorista que llegó al Sector de Galicia, “para coger la moto no influye ser hombre o mujer. Lo que condiciona es la altura. 300 kilos le pesan a todo el mundo”. Y sobre todo las ganas.
Sumar es lo que cuenta
“No creas que por ser mujer te lo vamos a poner más fácil”. Nuria Julián, cabo 1º destinada en el Sector/Subsector de Baleares se quedó atónita al escuchar estas palabras. Se las susurró al oído su monitor de la Escuela de Mérida cuando estaba en formación el primer día de su llegada. Ella nunca supo qué quiso decir. Afortunadamente esa actitud se desintegra en las autopistas de la actualidad formadas por las voces de los ciudadanos que reclamaban otro ritmo en la sociedad. Ahora, ya superada la primera marcha, podemos decir que la presencia de las motoristas mejora y desarrolla los valores que rigen el Cuerpo. Que alimentan y engrandecen a la Institución realizando su servicio de una manera normalizada. Ser motorista no es fácil. Expuestas a las inclemencias del tiempo y todo el día en el peligro de la carretera. “Ningún compañero ni usuario me ha hecho nunca referencia a si soy mujer u hombre para nada”, comenta la guardia civil Rosario Cabado, motorista de Las Palmas de Gran Canaria. Esas mentalidades entraron en frenada y ahora se van esfumando como el humo que sale del tubo de escape. Aunque de vez en cuando salta alguna chispa. Un conductor, de los que dicen llamarse profesionales, adelantó a otro vehículo en línea continua. En el recurso indicó que estaba de acuerdo con la denuncia pero “en lo que no estaba de acuerdo era en que como la cabo 1º (Nuria Julián) había extendido el boletín de denuncia y era una mujer, él no había podido hablar con ella”. ¿Entienden ustedes qué es lo que quería recurrir? Yo no.
Miradas
En otra ocasión, en la fiesta del colegio de una sobrina, Nuria Julián escuchaba cómo un padre del colegio le comentaba a su hermana que una mujer motorista le había ayudado a cambiar la rueda de su vehículo. La hermana se echó a reír señalando a la cabo 1º, pues fue ella la que le auxilió en aquel momento. Son deportistas, luchadoras, disciplinadas y eficaces. Algunas son madres y desarrollan una capacidad empática que favorece la comunicación. Se conmueven ayudando a las personas que tienen accidentes de tráfico, dedicándoles un consuelo infinito. En temporales de nieve o cuando existen los problemas en la carretera aparecen para solucionarlos. “Y la mirada y la cara que ponen cuando nos ven. Eso me reconforta y me hace sentir que soy útil”, nos cuenta la sargento Marian Santiago.
Desde hace trece años circula por las carreteras de montaña del Pirineo Aragonés una BMW RT 1200 y fue la primera motorista que portó la bandera roja delante del pelotón en la 62 Vuelta Ciclista a España. Desde 2007 a 2009 fue la primera mujer que formó parte de la Unidad Móvil de Seguridad Vial. Fueron 72 hombres y una mujer, ella, los que formaron parte del dispositivo de seguridad.
Tienen el alma genuina del motero y saben enfrentarse a lo peor del asfalto. “Hay que ver muchas cosas desagradables y muchas situaciones que te rompen el corazón, pero es ahí donde sacamos fuerzas de flaqueza y continuamos con nuestra labor pese a todo”, dice Mila. Sí. Ellas también se enfrentan al triste reto de trasmitir a las familias que alguno de sus familiares ya no va a volver porque un conductor ebrio que circulaba por el carril contrario se lo llevó por delante. Ellas, Laura, Rocío, Beatriz, Mónica, Lorena, Marta, Mayte… muchas más. Mujeres indispensables de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil que constituyen el 1,8% de una plantilla imprescindible.
Un reportaje de Laliana Castellanos
Publicado en REVISTA GUARDIA CIVIL (02/08/18)