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Parece evidente que hoy en día una de las maneras de reconocer la vida militar de cualquier soldado del mundo es examinar su uniforme y lo que en él se porta. La necesidad de premiar el valor de determinados grupos o personas, así como la de distinguir méritos en guerra o servicios en tiempo de paz, dio origen a una de las armerías de la heráldica militar, las condecoraciones. Pero éstas no siempre fueron las elaboradas piezas metálicas que cuelgan de llamativas cintas.

Al hablar de recompensas militares, por fuerza hay que hacerlo de unos grandes desconocidos, los escudos de distinción. Se podrían definir éstos como una pieza de tela bordada y sobrepuesta generalmente en la manga izquierda del uniforme, o excepcionalmente en la derecha o en el pecho, que denota haberse distinguido o participado en una acción determinada. Aparecidos a finales del siglo XVII, no será hasta la llegada de los Borbones cuando esta forma de recompensa se generalice, estando presente en todos los conflictos en los que España se ha visto inmersa.

A partir de nuestra guerra e independencia, convivirán escudos y las nuevas medallas, a las que poco a poco irán suplantando. Lo cierto, es que hoy son unos grandes desconocidos, pareciendo que la historia del valor español empezó con el nacimiento de la laureada, quedando olvidadas cientos de gestas militares que protagonizaron miles de hombres y decenas de unidades. Algunos de estos escudos fueron concedidos de forma colectiva, permitiéndose a la unidad premiada poderlo llevar bordado en sus banderas.

Los escudos de distinción, individuales o colectivos, han estado presentes durante siglos allí donde estuvo el ejército español, dejando huella en muchos ejércitos hispanoamericanos, sirviendo para reconocer el valor y la abnegación, siendo las laureadas y las medallas militares colectivas, sus más modernos herederos. Deberían nuestras Fuerzas Armadas unificar sus criterios, aunando esfuerzos para que, en el justo reconocimiento del valor de nuestros soldados y unidades, estas recompensas recuperen la importancia militar que les corresponde. Mientras esto no ocurra, nuestra historia estará amputada y nuestros ejércitos en deuda con los héroes que la protagonizaron.