El 5 de Junio de 1625 se RENDÍA LA CIUDAD DE BREDA. Desde finales del Siglo XVI las Provincias Unidas del Norte (actual Holanda) lideradas por Guillermo de Orange, estaban en guerra con España buscando su independencia.
En 1590 Mauricio de Nassau toma la ciudad de Breda. Una tregua mantuvo al país en calma hasta 1621 en que, Felipe IV, decide reanudar las hostilidades y reconquistar la ciudad, plaza importante para controlar una extensa parte del territorio.
Felipe IV nombró al genovés Ambrosio de Spinola Capitán general de la expedición. La ciudad estaba defendida por Justino de Nassau de la casa de Orange. El sitio de la ciudad fue una lección magistral de estrategia militar. Se impidió el suministro de la plaza, para lo cual se llevaron a cabo trabajos previos como anegar los terrenos circundantes.
Curioso es el hecho de que otros generales de naciones neutrales acudieran al lugar, en calidad de “agregados militares”, para estudiar la estrategia. Nueve meses después, el 5 de junio, la ciudad capituló.
El ejército español reconoció la valentía de los asediados y el coraje que pusieron en su defensa. Por ello se permitió que la guarnición holandesa saliera en formación militar portando sus banderas al frente. Los vencidos fueron respetados y tratados con dignidad.
Velázquez fue llamado para decorar el Salón de Reinos del Casón del Buen Retiro. Era deseo, del Conde-Duque de Olivares, realizar una serie de 12 grandes cuadros que representaran las glorias bélicas de la Casa de Austria, retratos de sus componentes y el origen mitológico de la misma. El Salón de Reinos era un vasto espacio donde los reyes recibían a los embajadores y, nada mejor, para tapar sus inmensas paredes, que grandes lienzos hagiográficos. Fueron convocados, además de Velázquez, otros importantes pintores como Zurbarán, Carducho o Pereda.
Uno de estos cuadros es “la Rendición de Breda” o popularmente “Las Lanzas”, aunque en realidad sean picas. Un inmenso lienzo de mas de 11 m. cuadrados que se encuentra en el Prado. Velázquez lo ejecutó entre 1634-35 tomando como modelo la escena que aparece en la comedía de Calderón de la Barca “El sitio de Breda”. El centro geométrico del cuadro son las llaves que entrega Justino de Nassau a Marcelo Spinola. Aquel hace una genuflexión que el genovés le impide, poniéndole la mano sobre el hombro, y esbozando una sonrisa amable. Velázquez huye de la representación heroica del vencedor y la humillación del vencido.
Los dos generales, sobre todo el holandés, son tratados con dignidad y respeto, lo que enaltece, aun mas, al vencedor. Los soldados, igualmente, aparecen honrados, sin necesidad de humillar al vencedor. A la izquierda los holandeses, inmersos en sus pensamientos y conversaciones, a la derecha los españoles, portando las picas enhiestas.
Velázquez realiza una composición circular cíclica, introduciendo al espectador, en el cuadro, mediante los cuartos traseros del caballo de la derecha y, el personaje holandés, de espaldas, en primer plano de la izquierda.
Todos son retratos de personas reales. Velázquez conoció a Spinola en 1529 en su viaje a Italia y, aunque no se han podido reconocer a los demás, parece que el propio pintor se autorretrató en el soldado de mas a la derecha.
La técnica es magistral, utilizando pincelas sueltas y desechas en los lugares mas alejados del espectador y mas apretadas y dibujísticas en los mas cercanos. Esto y la utilización de colores fríos en el fondo, resaltan la atmosfera, creando lo que se ha llamado la “perspectiva aérea”. En la esquina inferior derecha hay un papel, con dobleces en cuatro partes, que debía llevar la firma de Velázquez, pero nunca lo firmó.