Tribuna Benemérita dedicada a dar visibilidad y destacar el trabajo y las contribuciones de los miembros de la Guardia Civil, entrevista a la guardia civil Zaida Medina Bueno, una profesional destinada en la UCO, con una trayectoria impresionante.
Actualmente dentro de la Unidad Central Operativa (UCO), se encuentra destinada en el Departamento de Delitos contra las Personas y el Patrimonio, Sección de Trata de Seres Humanos. Zaida es criminóloga, con másteres en comportamiento no verbal y detección de la mentira, así como en Criminal Profiling y victimología. Además, colabora como profesora en diversos institutos y universidades, y ha recibido el premio al mejor docente 2025 por el LISA Institute.
Zaida, muchas gracias por concedernos esta entrevista. Empecemos por conocer un poco más sobre tu trayectoria. La Guardia Civil es principalmente vocación ¿Por qué elegiste la Guardia Civil?
En mi caso no fue una vocación de infancia, sino más bien una curiosidad que con el tiempo se transformó en auténtica vocación. Una amiga estaba preparando las oposiciones y me habló de la Guardia Civil; me llamó la atención la idea, me informé un poco y decidí intentarlo. Lo que realmente me enganchó fue descubrir, ya dentro, todo lo que implica esta profesión: la variedad de especialidades, la posibilidad de seguir formándome y el impacto real que puede tener nuestro trabajo en la vida de las personas. Con el tiempo comprendí que, más que una profesión, había encontrado un camino en el que encajaba plenamente.
Desde tu salida de la Academia, has pasado por varios destinos principalmente en seguridad ciudadana, ¿Qué destinos fueron estos y cómo estas experiencias iniciales te prepararon para roles más especializados en la UCO?
Mis primeros años en la Guardia Civil estuvieron centrados en la seguridad ciudadana, lo que yo creo que es una etapa fundamental para cualquier Guardia Civil. Pasé por varios puestos donde aprendí lo que significa trabajar en la calle, tener contacto directo con los ciudadanos, ver sus problemas de cerca y enfrentarte a todo tipo de situaciones, desde las más rutinarias hasta las más complejas, aprendizaje que debo a mis compañeros más veteranos como mi tutor de prácticas de un pueblo de Córdoba. Aquellos primeros destinos me enseñaron a observar, a escuchar y a actuar con empatía y criterio, además fue donde reafirme mi inclinación por trabajar con aquellas personas que más necesitadas están o tiene mayores vulnerabilidades como son las víctimas.
Esa experiencia práctica fue la base sobre la que después construí mi especialización en investigación criminal. Entender la realidad del servicio diario de un puesto te da una perspectiva muy valiosa cuando llegas a unidades más técnicas, como la UCO.
En la UTPJ-SACD, te especializaste en entrevistas a menores víctimas o testigos de delitos, perfiles, contra-perfiles y autopsias psicológicas. ¿Qué desafíos enfrentáis en Policía Judicial al trabajar con víctimas vulnerables, como menores o personas con discapacidad, y cómo aplicas personalmente tu experiencia en comportamiento no verbal y detección de la mentira en estas situaciones?
Trabajar con víctimas vulnerables es, sin duda para mi, uno de los mayores retos dentro de la Policía Judicial. No solo por la carga emocional que conlleva, sino porque requiere una sensibilidad y una preparación muy específicas. Con los menores, por ejemplo, es esencial crear un entorno de confianza, adaptar el lenguaje y respetar su ritmo. En estos casos, la formación que he tenido la suerte de tener me resulta muy útil, no para buscar contradicciones, que también, sino para comprender mejor lo que el menor no puede o no sabe expresar con palabras. A veces, un gesto, una mirada o un silencio dicen más que una frase completa. La clave está en escuchar más allá de las palabras y priorizar siempre la protección de la víctima.
Has colaborado como voluntaria en distintas asociaciones y organismos, asesorando a profesionales en el contacto con Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (FFCCS) y proporcionando herramientas para apoyar a personas con discapacidad intelectual ¿Cómo ha sido esa colaboración? ¿Aún las sigues haciendo?
Sí, sigo colaborando siempre que puedo, especialmente con colectivos que trabajan con personas con discapacidad. Para mí, esa parte más humana y social del trabajo es muy importante y muy reconfortante. He podido participar en proyectos donde se forma a profesionales y familiares sobre cómo actuar en caso de denuncia o contacto con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Muchas veces, las personas con discapacidad intelectual o sus entornos se sienten desorientados ante una situación policial, y poder ofrecer herramientas para mejorar esa comunicación es muy gratificante. Me gusta pensar que ese pequeño granito de arena puede marcar la diferencia entre una mala experiencia y una intervención respetuosa y efectiva que al menos deje un buen sabor de boca a esa víctima.
Pasando a tu etapa en la UCO, estuviste en el Departamento contra el Cibercrimen, en la Sección de Explotación Sexual Infantil, y ahora en la Sección de Trata de Seres Humanos. ¿Cómo ha evolucionado tu rol en la lucha contra estos delitos, y qué rol juega el análisis del comportamiento en tus investigaciones?
Mi paso por el Cibercrimen me ayudo a ver de forma directa cómo la tecnología se ha convertido en una herramienta tanto para el delito como para la investigación. En la Sección de Explotación Sexual Infantil aprendí el impacto que puede tener la prevención y la detección temprana en la protección de los menores.
Ahora, en la Sección de Trata de Seres Humanos, combino la parte analítica con la humana, por una parte, investigar redes delictivas y, al mismo tiempo, atender a víctimas que han vivido experiencias extremas. El análisis del comportamiento creo que es un pilar fundamental en todo esto. Nos ayuda a interpretar patrones, detectar inconsistencias y, sobre todo, entender los mecanismos psicológicos detrás de las acciones de víctimas y tratantes.
¿Cómo ha servido tu experiencia como investigadora criminal y analista académica para realizar patrones psicológicos?
Mi experiencia como investigadora criminal y analista académica me ha ayudado a comprender que elaborar patrones no solo requiere técnica, sino también una forma especial de mirar. En ese camino tuve la suerte de aprender de uno de mis jefes, un psicólogo gallego muy audaz, que marcó una diferencia enorme en mi forma de trabajar. De él aprendí que la observación necesita calma, que el detalle habla más que las palabras y que a veces, para entender de verdad, hay que mirar con humanidad. Su manera de analizar, pausada pero certera, me enseñó a no tener prisa por llegar a conclusiones y a valorar el silencio tanto como los datos. Esa forma de trabajar, y sobre todo de pensar, me acompaña siempre.
También has demostrado ser una figura destacada en la formación: colaboras como profesora en distintas Universidades, colegios profesionales, institutos y academias ¿Qué te motiva a compartir tu conocimiento, y cómo integras tu experiencia práctica en estas enseñanzas?
La formación es algo que descubrí por casualidad, pero lo disfruto mucho. Creo sinceramente que el conocimiento debe compartirse, y cuando no se hace se pierde, especialmente en materias tan sensibles como la criminología o la investigación criminal, cada experiencia puede servir para que otros comprendan mejor la realidad que hay detrás de un caso o de una víctima. Mi mayor motivación es que los alumnos del tipo que sean policías, criminólogos o futuros profesionales, puedan ver la utilidad real de lo que aprenden, que puedan conectar con esa parte humana de la investigación, cómo descubrir que detrás de cada expediente hay una historia. En mis clases intento trasladar la experiencia del terreno, los casos reales, los dilemas éticos y las emociones que también forman parte del trabajo y una forma parte muy importante, no solo lo técnico, sino también lo emocional: lo que se siente, lo que cuesta y lo que enseña cada caso. Enseñar me ha hecho crecer mucho, no solo como investigadora, sino también como persona, porque me recuerda constantemente por qué elegí este camino y para qué sirve realmente lo que hacemos, porque te obliga a reflexionar sobre por qué haces lo que haces y cómo puedes hacerlo mejor.
Recientemente, recibiste el premio al mejor docente 2025 de LISA Institute ¿Qué ha supuesto este premio para ti?
Ha sido un reconocimiento muy especial, sobre todo porque viene de una institución como Lisa Institute con la que comparto el mismo punto de vista a la hora de enseñar, por eso ha sido una gran alegría y, sobre todo, una enorme responsabilidad. Saber que fueron mis alumnos quienes me votaron le da un valor muy especial, porque al final son ellos el verdadero sentido de la enseñanza. Para mí, dar clase no consiste solo en transmitir conocimientos, sino en despertar curiosidad, en acompañar en ese camino y en ayudar a mirar la realidad desde otras perspectivas. Este reconocimiento me recuerda que enseñar también es aprender cada día de quienes tienes enfrente. Estoy agradecida a mis alumnos por su confianza y a LISA Institute por ofrecer un espacio donde la docencia se vive con tanta pasión.
Has participado en eventos como el II Congreso Internacional de Criminología y Derecho en la VIU, la I Jornada Mujer y Criminología, y colaboras en proyectos académicos. Como mujer en un campo tradicionalmente masculino, ¿qué perspectivas únicas aportas a la criminología, especialmente en temas de género y vulnerabilidad?
Creo que las mujeres aportamos una sensibilidad diferente, no mejor ni peor, pero sí complementaria. En áreas como la victimología o la trata de seres humanos, esa capacidad de empatía y observación puede ser clave. A lo largo de mi trayectoria profesional he intentado demostrar que la profesionalidad no tiene género y que la diversidad en los equipos de investigación enriquece los resultados. Me enorgullece ver cómo cada vez hay más mujeres ocupando puestos técnicos y de liderazgo dentro de la Guardia Civil y también dentro del ámbito criminológico.
Como guardia civil, ¿crees que los valores que representan a la Guardia Civil, están obsoletos?
No, no lo creo. Los valores de la Guardia Civil para mi son el honor, la lealtad, el sacrificio, el espíritu de servicio y creo que esos valores son atemporales. Lo que sí evoluciona es la forma de aplicarlos a una sociedad cambiante como la nuestra. Hoy, ser Guardia Civil implica también saber adaptarse al cambio, comunicarse mejor y entender la diversidad del mundo en el que nos movemos. Pero los principios siguen siendo los mismos y son precisamente los que nos mantienen firmes ante cualquier adversidad, son nuestro sello de identidad.
¿Qué consejos le darías a quien esté pensando ingresar en el Cuerpo?
Les diría que adelante, pero que sean conscientes que ser Guardia Civil es una forma de vida, no solo una profesión. Como en cualquier trabajo habrá días difíciles, pero también una enorme satisfacción personal al saber que estás aportando algo valioso. Mi consejo es que se preparen bien, que trabajen su mente tanto como su cuerpo, y que nunca pierdan la ilusión de ayudar al ciudadano.
Finalmente, Zaida, ¿qué consejos darías a guardias civiles o criminólogos que quieran especializarse en áreas como la tuya?
Les diría que no dejen de formarse y de preguntar todas las dudas que tengan por absurdas que nos parezcan. La especialización llega con tiempo, estudio y humildad y es importante conocer las técnicas, pero mucho más entender a las personas. Que lean mucho, que asistan a congresos, que aprendan de otros profesionales con experiencia, pero sobre todo, que mantengan la curiosidad siempre. En la investigación criminal, como en todo en la vida, las respuestas no siempre son inmediatas, pero la búsqueda continua de estas respuestas es lo que te hace crecer.
Muchas gracias, Zaida, por esta entrevista. Tu dedicación en la lucha contra la trata de seres humanos y la protección de vulnerables es un ejemplo para todos. En Tribuna Benemérita, nos sentimos orgullosos de profesionales que como tú que engrandecen a nuestra Institución.
Una entrevista de Antonio Mancera Cárdenas
Para Tribuna Benemérita