En el artículo anterior La lucha de la Guardia Civil contra el maquis (I) contábamos cómo desde los inicios de la Guerra Civil habían surgido partidas armadas que se camuflaban en las sierras de la retaguardia.
Las ubicadas en la España ganada por del bando sublevado serían el origen del maquis. Y más desconocidas resultan las del otro bando: grupos de huidos formados por sacerdotes, derechistas y desertores del ejército republicano que, entre Andalucía y Murcia, también poblaron los montes en la llamada España Roja. En un principio a ambas bandas les unía lo mismo: salvar la vida y esquivar la detención y/o el fusilamiento por parte del enemigo.
El apoyo soviético tras el fracaso del Valle de Arán
Con el fin de la guerra, el destino de los miembros de las bandas de maquis fue dispar: fueron detenidos, se exiliaron, o permanecieron en las montañas. Pero para ellas el año 1944 sería crucial con la invasión del Valle de Arán –de la que ya hablamos– y que sería el único ataque de cierta envergadura que sufriría la España de Franco. Resultó un fracaso, pero pese a la estrepitosa derrota, la URSS de Stalin no se resignaba a dar la guerra por perdida. Decidió intensificar la actuación de las partidas que serían reconvertidas en guerrillas contra el gobierno de Franco.
Aumentó su apoyo sufragando sus actividades y armándolas desde la frontera de Francia. Con la dirección de Santiago Carrillo, introdujo cuadros y efectivos para tratar de concentrar a los núcleos dispersos en las distintas estribaciones montañosas peninsulares, y unirlos en agrupaciones con estructuras y nomenclatura de carácter militar.
Así estarían la del Norte, (León, Galicia, Asturias y Santander), el centro (Montes de Toledo y Sierra Morena, del Tajo al Guadalquivir) y los huidos del Sur (Cordillera Penibética: Granada, Málaga y Cádiz). El caso de Teruel y Valencia fue diferente, porque dada la escasez de guerrilleros se crearon ex profeso con exiliados españoles enviados desde Francia. La CIA, en 2017, hizo público a través de su portal CREST (CIA Records Search Tool), algunas de las instrucciones a las partidas guerrilleras. Pasaban desde Francia miembros del PC para reorganizar el maquis con la orden de formarse grupos de un solo jefe y tres ayudantes, y conminándoles a la eliminación de los elementos «hostiles y peligrosos» que hubiera entre ellos.
Las diferentes guerrillas
Y es que la condición de la Unión Soviética era que todas estuvieran bajo su control pues en algunas zonas como Extremadura o Andalucía existía una indeseable presencia de maquis anarquistas o libertarios. Y como también narramos, ante eso se recurrió a su asesinato, perdón como dice la documentación a la «eliminación física». Nada menos que 300 fueron ejecutados o delatados a las autoridades. Algo que no era nuevo, ya tenían precedentes de la misma actuación en la Guerra Civil.
El objetivo era ir tomando posiciones para el cambio de régimen: «Cuando la agitación y adhesión de las masas populares, haya alcanzado el volumen deseado, vosotros formaréis los cuadros de mando del nuevo estado».
Los estrategas comunistas habían dado por sentado la adhesión del pueblo español pero se equivocaban y el levantamiento nunca se produjo. Una falta de colaboración que no vieron ni desde el primer momento, cuando en la mismísima toma del Valle de Arán se dirigieron a liberar a los prisioneros políticos republicanos que hacían trabajos forzosos en las construcciones de túneles. Cuando desarmaron a los vigilantes y los soltaron, los presos comenzaron a correr escapando de los guerrilleros y pidiendo ayuda a la Guardia Civil.
Informe de la CIA
Así de 1944 a 1948, máximo histórico
Así, de 1944 a 1948, las partidas con la hegemonía organizativa y doctrinal del PCE alcanzarían su máximo histórico de actividad y su mayor extensión y crudeza, con un elevadísmo número de ataques y delitos de diverso cuño. Al recibir ayuda del exterior (armamento, dinero, ropa, transmisores,..) los miembros del maquis que se habían casi resignado a padecer el resto de su vida escondidos como alimañas, se crecieron amparados por la ayuda soviética y batieron sus fuerzas contra los agentes del orden. Fomentaron una propaganda, una terminología cuasi heroica «guerrillero antifascista», ejército guerrillero, «lucha armada», que atrajo e impulsó la recluta de población joven.
Se lanzaron a ejecutar acciones de sabotaje: cortes de vías férreas, de carreteras, descarrilamientos de trenes, voladura de puentes, de instalaciones eléctricas... También lo que llaman ahora «golpes económicos» es decir atracos, asaltos a bancos, comercios, casas de campo, incluso a trenes. Pero junto a ello también al robo de ganado, alimentos, enseres, prendas de abrigo y dinero a campesinos que no nadaban precisamente en la abundancia.
Pero lo más cruento eran las «acciones de castigo» extorsiones y secuestros, fusilamientos y palizas por represalias o simplemente para infundir miedo.
No les temblaba el pulso para la matanza de curas, alcaldes, jueces de paz, antiguos enemigos o simplemente ejecutar a derechistas para dejar constancia de que «estaban ahí». Pero también asesinaron a campesinos y pequeños artesanos y comerciantes que, ante los expolios, amenazaban con denunciarlos, incluyendo ancianos, mujeres y niños.
Y todo ello con el uso de la propaganda con la exhibición de pancartas, banderas y pasquines que daban visibilidad a su lucha.
Un bloqueo informativo
Por todo ello, los maquis se convertirían en una de las principales esferas de actuación de los servicios secretos del primer franquismo. Se impuso un bloqueo informativo para no dar difusión a sus acciones y no alterar la atmósfera de seguridad que había implantado el nuevo régimen.
Las escasas noticias se despojaban de sentido político y se instaba a calificar a los guerrilleros de bandoleros, lo que podía resultar perfectamente verosímil, dado el bandolerismo español desde la noche de los tiempos. Curiosamente, en la lucha contra las bandas armadas del XIX, la Guardia Civil había evitado la palabra bandolero, optando siempre por la de malhechor.
Las guerrillas urbanas
Existieron también puntuales guerrillas urbanas en Valencia, Bilbao, Granada y León, pero sus ejes operativos fueron Madrid y Barcelona. En Madrid se las conoció como «Cazadores de la Ciudad» y, lideradas por comunistas como José Vitini o Cristino García, realizaron atracos en bancos, detonaron bombas en embajadas, asesinaron a falangistas (y también anarquistas o comunistas renegados). El más sonado de sus atentados fue el de la Subdelegación de Falange en el barrio madrileño de Cuatro Caminos, que originó según Trapiello una manifestación de 300.000 personas… pero de adhesión al régimen.
Hubo también atentados frustrados, como el del desfile falangista por el noveno aniversario de la ejecución de José Antonio o el atraco de una sucursal bancaria del centro de Madrid, en el que curiosamente el miembro del maquis al huir se topó con el campeón nacional de lucha grecorromana y por supuesto no lo logró.
Expediente de la guerrilla urbana de Madrid
En Barcelona la guerrilla urbana fue menos intensa. Se asesinó y robaron pistolas a los serenos, atracaron la fábrica de cervezas Moritz, pusieron una bomba en los periódicos La Prensa y Solidaridad Nacional, y tirotearon comisarías de policía, edificios oficiales y consulados.
Y en la mayoría de todos estos actos hubo saldos de víctimas mortales de los propios maquis, de agentes del orden, pero también de muchos civiles inocentes.
La Brigada Político Social de la Policía se ocupó de desactivar estos grupos urbanos. Pero sería en el medio rural y en las sierras montañosas donde la espiral de violencia sería exponencial y en una década morirían entre guardias, maquis y civiles, miles de personas. La competencia exclusiva de acabar con ella sería de la Guardia Civil.
Camilo Alonso Vega
Este difícil proceso necesitaba de un hombre fuerte que liderara con carisma el gran desafío. Y en 1943 se nombraba director general de la Guardia Civil a Camilo Alonso Vega, militar ferrolano que, desde niño, era la máxima confianza del ya llamado Caudillo. De hecho, la supervivencia del Cuerpo se debe al propio Alonso Vega, ya que Franco tras la guerra quiso hacer borrón y cuenta nueva, disolver la Guardia civil y diseñar un cuerpo de nueva creación.
Camilo Alonso Vega
Considerado por Stanley G. Payne como un «exitoso reorganizador» de la Benemérita emprendió una combativa y eficaz campaña de represión contra el maquis.
Era un militar condecorado en las guerras de Marruecos, donde destacó por su valor al enfrentarse a una harka rifeña y fue herido en combate. Más tarde, fue destinado a la Legión con Millán Astray y durante la guerra comandó la IV División de Navarra, con actuaciones de relieve en la campaña del Norte y batallas de Teruel, Alfambra, Ebro. Sería el responsable en Vinaroz de segmentar en dos la zona republicana, de impacto irreversible en el curso de la contienda para la victoria del ejército rebelde al gobierno del Frente Popular.
Camilo Alonso Vega tomó la dirección de la lucha contra el maquis –como dicen los jóvenes de hoy– «como si no hubiera un mañana», aplicando inteligencia, cierta intransigencia con el cumplimiento de las normas, y un gran empuje. Y a la vez que a sus espaldas se le llamaba en vez de Camilo, Camulo, por ser terco como una mula, por sus actos se le daba el épico sobrenombre de «El General de Hierro». Bajo su mando, las Comandancias Provinciales reforzaron las plantillas, con destacamentos en las zonas de mayor actividad o las de paso, y se las dotó de un armamento más adecuado. Se aumentó la coordinación conjunta a las partidas que cruzaban las fronteras provinciales.
Camilo Alonso Vega
Y entre las medidas que tomó fue un estricto filtro selección de los aspirantes, tanto en el reclutamiento, como en la asignación de puestos directivos. Siempre se basó en criterios de afinidad y confianza personal para nombrar a los mandos de las provincias más afectadas. Potenció la férrea disciplina creando una especie de Guardia Civiles-Soldados tan necesarios para este objetivo. Apostó por la eficacia de los comandantes más destacados que eran desplazados de una provincia a otra si tenían éxito. El caso paradigmático fue el de Eulogio Limia que en 1937 luchó contra los fuxidos en Galicia; en 1945 fue trasladado a Toledo; en 1947, a Ciudad Real, y dos años después, en Granada sería demoledor con la resistencia guerrillera y acabaría con la eliminación de los últimos maquis españoles en los 50.
El maquis blanco
Un capítulo interesante rodeado del máximo secreto fue lo que se llamó el maquis blanco Radicado en Navarra en 1944 se ideó como una estructura y organización contra la insurgencia. Según Antonio Lizarza, en su libro Memorias de la Conspiración, fue promovida por el teniente general Yagüe. Eran partidas civiles formadas por varias decenas de excombatientes y antiguos requetés que se dividirían Navarra en cuatro zonas y lucharían contra el movimiento guerrillero con armamento facilitado por el ejército. Hoy no hay constancia de que este armamento nunca llegara a entregarse ni de su desarrollo.
Férrea disciplina
Las publicaciones que exaltan a las guerrillas suelen hablar de lo duro de sus vidas, pero nunca de la situación de los guardia civiles. Tanto por lo rígido de la disciplina como por las penalidades del servicio, vivían jornadas extenuantes y las muertes constantes ocasionadas por los maquis. Según Jorge Hervás la mortalidad de los guardias se duplicó con respecto a épocas anteriores, de entre 125 individuos por año, hasta los 257 entre 1943 y 1952. Todo por un salario de 14 pesetas diarias.
En los denominados Grupos Volantes, los servicios se extendían hasta ocho días consecutivos fuera del cuartel, recorriendo caminos montañosos de noche y día y bajo las inclemencias del tiempo. Muchas veces dormían a la intemperie y comían un rancho escaso y frío.
Vivían un estrés constante por estar siempre en la diana de la muerte y a la vez poder ser castigados con dureza por faltas como la impuntualidad, falta de ejemplaridad o contra el honor que podían ocasionarles la expulsión. Incluso hay un caso de condenados a muerte por haberse dejado robar el armamento y los uniformes por los graves efectos colaterales que pudieran haber desencadenado. Y es que los uniformes eran especialmente valorados y útiles para los maquis al igual que los de otras unidades militares, ya que disfrazarse con las vestimentas sacerdotales era una de sus técnicas de camuflaje, como solía practicar el fuxido Foucellas.
Un manto de silencio y el abandono comunista
Las especiales circunstancias políticas de entonces rodearon de silencio, tanto las destacadas actuaciones de las fuerzas del Cuerpo, como el volumen y gravedad de la acción de las partidas.
Pero 1948, pudo marcar un antes y un después con un cambio de rumbo crucial. Stalin daría orden de suspender el apoyo y las actividades de la guerrilla española ¿Y eso por qué? Pues porque el dictador comunista acabó percatándose de que ganar en España era una apuesta sin esperanza. Hasta ese año pensó que podría tener éxito y con el triunfo aliado de la Segunda Guerra Mundial, que tendría consecuencias para Franco el haber empatizado con el eje italoalemán. Pero no fue así. Hasta incluso hay ingenuos informes que afirman que con la derrota del eje, el gobierno de Franco abandonaría y huiría. Evidentemente, desconocían el carácter bélico del gallego, y de quienes habían formado el ejército rebelde en la Guerra Civil.
¿Y cómo afectó el abandono soviético a las partidas guerrilleras? ¿Contaron entonces los luchadores por la libertad con la colaboración de enlaces en la población civil o, por el contrario, como «malhechores» desataron repugnancia por sus crímenes y actos de pillaje? ¿Varió la estrategia de los efectivos de la Guardia Civil? Porque según Francisco Aguado no solo siguieron viviendo una lucha abierta y frontal, sino que el Benemérito Cuerpo tuvo que sufrir el asesinato de muchos de sus hombres, de sus mujeres e incluso de sus hijos, niños de corta edad.
Están al alcance de todos decenas de estudios locales que siguen apareciendo al albur de las culturas autonómicas en los que se exalta la lucha política del maquis obviando o justificando acciones puramente criminales. Pero en el próximo artículo hablaremos de sus actos violentos, y de la exitosa y peligrosa estrategia de infiltrados y de las contrapartidas con la que estos hombres con tricornio de charol acabarían en una década con el terror en nuestros montes. Y también, en aras de la paz, del olvidado perdón y de las rendiciones sin represalias a las que se acogerían enlaces y muchos guerrilleros.
Pero sobre todo, nos centraremos en el formidable testimonio que daría la Guardia Civil, demostrando un heroísmo muy pocas veces superado en nuestra historia de España.
Escrito por: MARÍA FIDALGO CASARES
EL DEBATE - (03-03-2025)