De Felipe II la leyenda negra impuso una imagen como rey severo, oscuro, y dogmático recalcitrante. Incluso siniestro, taciturno y poco humano. Una visión inventada sobre la envidia que las potencias europeas tuvieron de la moralidad superior y del poder de España.
Pero no,,, se trató de un gran rey, por cierto, otro santo sin canonizar, de gran pasión por la arquitectura, la pintura y el arte, por los animales –precursor de los zoológicos actuales–.
Hijo del rey Carlos I de España y de Isabel de Portugal, se casa con su prima María Manuela de Portugal, y luego con María Tudor, reina de Inglaterra, que de no haber fallecido hubiera cambiado la historia de ese país y la universal, desde que no existiría el anglicanismo hasta que se hubieran ahorrado miles de asesinatos de católicos en tierras anglófonas.
Estableció su corte en Madrid, que pasó a ser la capital española. Y construyó el imponente monasterio de San Lorenzo de El Escorial en honor al santo por su victoria sobre Francia, que no paraba de molestar y que de haber sido por ella Europa sería turca, en la batalla de San Quintín de 1557.
En 1565 y siguientes decide aplicar los decretos tridentinos enfrentándose a la corriente de herejía protestante de Europa -solo España lo hizo con sus recursos- (lo que le granjearía su leyenda negra), libera Malta del ataque turco, debe enfrentarse a los problemas de los moriscos en Granada (esos que vuelven a día de hoy pero con una reacción contraria), debe intervenir en el Mediterráneo donde acampan los moros por su fuerza con multitud de asaltos por tierra y mar (nuevamente España sola en esta misión), y surgen los problemas en Flandes… gesta los dos grandes ejes de su política, el eje Mediterráneo y el Atlántico, algo jamás conocido.
Nada simple fue la amplitud de territorios que tuvo que gobernar. Extendió hasta dimensiones nunca vistas los dominios del Imperio español con la incorporación de Portugal y de sus colonias africanas y asiáticas, y, además, por su largo reinado.
Las dimensiones geográficas y políticas que adquirió Felipe II fueron globales. Estamos ante la primera globalización política del mundo, “en su reino no se ponía el sol”.
Gobernar este despliegue territorial le originó bastantes enemigos, dando lugar a éxitos rotundos (como la victoria sobre los turcos en Lepanto, 1571) a fracasos que no lo fueron tan grandes (como la Gran Armada en 1588, que no fue derrota sino retirada con bajas por las tempestades); sí sería años después una gran victoria la aplicada sobre la Contra Armada inglesa que éstos han ocultado y nosotros no hemos pregonado.
Padeció problemas insolubles (la sublevación de los Países Bajos a partir de 1568), que consumieron ingentes recursos humanos y económicos (como las guerras de España contra los príncipes totalitarios protestantes), al tiempo que generan una auténtica batalla propagandística en su contra.
Su recogimiento en el Escorial fue algo desconocido, pues al contrario que en las cortes europeas donde todo era lujo y despilfarro, Felipe II vivía de forma sobria, silenciosa y abnegada, entregado a su reinado y a su conciencia católica en el afán de reinar en justicia y extender la Fe… son conocidas frases como aquella respuesta cuando le propusieron abandonar por poco rentable la conquista de Filipinas y Oriente, y olvidando el precio que le costaría ello a España dijo “…pero hay almas”.
Esta forma de reinar le traerá los elementos que configuran la leyenda negra, que no solo afecta al rey, sino a los españoles como pueblo, como una especie de diablos en este mundo luchando contra los buenos creyentes que son los protestantes y exterminando y haciendo un genocidio en América… todo artes del odio de satanás y sus voceros a la gran obra de España y aquellos reyes en el mundo.
La Monarquía Hispánica, como potencia hegemónica, suscitó una oposición tan intensa y generalizada como no se había conocido.
Su privilegiada situación y el deseo de sus rivales de reducirla provocó una insidiosa campaña propagandista antiespañola falsa.
Uno de los grandes reproches que se le hacen es su defensa a ultranza de la fe católica. Lo presentan como martillo de herejes. Hasta los holandeses decían el verdugo de los buenos creyentes. Pero Lutero en Alemania (Guerra de los 30 años), Calvino en Ginebra, Enrique VIII en Inglaterra, y, en Francia, las guerras de religión, sí que fueron un exponente de cómo eliminar al no creyente y matar invocando el nombre de Dios… y a miles.
Guillermo de Orange lo acusa de maldad intrínseca a Felipe II y en la general al pueblo español, por un falso genocidio y salvajadas sobre los nativos americanos.
A esa injuriosa propaganda se sumaron otros enemigos, como la reina Isabel de Inglaterra (ocultando sus crímenes de católicos y latrocinios), y españoles como Antonio Pérez o Bartolomé de las Casas.
Entre los mayores éxitos de Felipe II figura la victoria de Lepanto en la que evitó que Europa se convirtiera en un apéndice del imperio turco (y Roma y la cristiandad desaparecieran) y la anexión de Portugal.
En Granada sobre todo tuvo que enfrentarse a las moriscas revueltas, donde la población mora se alzó en armas (tomemos nota). Al final solo cabía puño de hierro, y un edicto promulgado por Felipe II hasta prohibía “hablar, leer y escribir en arábigo en un plazo de tres años”, o contemplaba que “los moriscos se vistieran a la española, no haciéndose ‘marlotas’, ‘almalafas’ ni calzas, y que sus mujeres fueran con las caras destapadas”.
Felipe II derrotó a Francia y venció a los turcos en la Batalla de Lepanto, en 1571. Felipe II fue rey de España desde 1556 hasta 1598. Aparte de España, se caracterizó por la exploración y la expansión global; reinó sobre Portugal, Países Bajos, Sicilia, Nápoles, Cerdeña y Milán en Europa, en África Mozambique, Orán y Túnez, en Asia Filipinas y zonas de la India, y en América (virreinatos de Nueva España, Perú y Brasil; es decir, toda la América conocida entonces)
Un dato desconocido. España no conquistó Filipinas ni los demás territorios del Pacifico. Se incorporaron libremente a España, en tiempos de Felipe II, con la promesa de que no iban a recibir un trato discriminatorio en relación con las provincias del imperio hispánico, incluidos los peninsulares. Y España cumplió su promesa y no hubo dominación sino aceptación del poder monárquico. La única excepción fue la población islámica de Mindanao.
Incluso Felipe II, en 1598, poco antes de su muerte y ante la petición del Arzobispo de Manila, organizó un referéndum en Filipinas para preguntar a sus habitantes si estaban cómodos perteneciendo a la Monarquía hispánica. Este referéndum es el más antiguo del se tiene conocimiento, y era vinculante.
Obviamente, la pregunta se hizo a los cientos de caciques filipinos (allí llamados “sultanes”) y que habían sido soberanos antes de la llegada de los españoles. .. más de un 90% se sentían satisfechos, y querían seguir siendo súbditos de España. Y ante la pregunta de “por qué”, dijeron que España les había dado una unidad comercial, y un medio de entenderse que antes no tenían (lengua española).
Como es sabido, la sublevación de Filipinas posterior fue financiada y alentada por los Estados Unidos. La población Filipinas pagaría de forma monstruosa su error, dado que sólo un año después de la secesión en 1898, comenzaría la guerra filipino-estadounidensde de 1899-1903, que supondría la muerte de un 15% de su población. Después vendría la ingeniería social para imponer el idioma inglés, borrar 4 siglos de pasado común, implantar la leyenda negra…
Esta fue la esencia de España, envidiada y oculta por la leyenda negra.
Fue el monarca español espejo de príncipes, de integridad y rectitud, pues jamás se vio en el mundo ni la gente con más sosiego, ni sus estados con más paz, ni los pobres más amparados, ni los poderosos más reprimidos que en su tiempo.
Hombre de fortaleza y paciencia, usó también altamente de la justicia distributiva hasta el punto de que decía a sus consejeros: «advertid, y al Consejo, que en caso de duda siempre sea contra mí».
Eran en España tiempos de Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, así como Miguel de Cervantes, el Greco, Tiziano o Brueghel el Viejo… incomparables y que solo oscureció una inmerecida leyenda negra.
El rey murió el 13 de septiembre de 1598 en loor de santidad, como su padre el emperador Carlos y su abuela Isabel de Castilla… que ninguna nación ha derramado tanta beatitud no reconocida.
Pero antes de fallecer hizo llamar a su hijo que sería luego el rey Felipe III para que fuera testigo de cómo muere un emperador… y un santo: “He querido, hijo mío, que os hallarais presentes para que veáis en qué vienen a parar los reinos y señoríos de este mundo”, les dijo en su lecho de muerte, tras una ofrecida al Altísimo agonía de 50 días por gota, artrosis y otras fiebres.
Le encargó que mirase por la Religión Cristiana, y defensa de la Santa Fe, y por la guarda de la justicia, y su conciencia.
Mandó que le descubrieran las llagas que tenía, y le dijo: «Ved hijo, como trata el mundo y el tiempo á los Reyes, y la igualdad con que padecen todas las miserias á que está sujeto todo hombre, y considerad que aunque yo he vivido con el cuidado que me ha sido posible de cumplir con mis obligaciones, aquí me ha castigado Dios hartas faltas que debo haber hecho, con lo que ha sido servido que padezca, y allá no se cómo será; mirad que hará á quien se derramáre mas».
Y mostrándole tras esto un crucifijo, y una disciplina llena de sangre, le dijo: «con este Crucifijo, murió hijo, vuestro abuelo, el Emperador mi señor, tan Católico como yo, y con su ayuda acabó, haced vos lo mismo reverenciando esta santa Imagen de Dios, como lo debéis, e hicimos su Majestad y yo, y mereceréis las mercedes que puede haceros; y esta sangre de esta disciplina, no es mía, sino del Emperador mi señor, y yo ejercité mal este bien, pero la he guardado, porque demás que es nuestra, aprovecha para que nos acordemos, de que nosotros mejor que nadie, tenemos necesidad de derramarla en esta forma».
Pidió que lo enterrasen sin otra ceremonia, más que la de un pobre religioso del convento de San Lorenzo.
Mostró en vida su gran paciencia y tolerancia a pesar de que fue muchas veces ofendido de enemigos, rebeldes, traidores, malos ministros, necios, y jamás le vio ninguno descompuesto, ni alterado, sino con perpetua serenidad.
Su vida personal fue una lucha por la excelencia, la justicia y por España bajo el dictado de las enseñanzas cristianas, que cumplió y extendió a tierras lejanas que trató en derechos y dignidad como parte de España, para envidia de herejes y enemigos de esta gran nación.